¿Qué hago si no puedo ayudar a quien me necesita, pero está lejos?
Nuestro amigo no esta solo: le ampara Aquel cuya mano está siempre dispuesta a ayudar, a sostener y a levantar al que ha caído.
Cuando nos sintamos preocupados por alguien querido que está lejos o a quien no podemos ayudar directamente, dejémosle, con toda fe, en manos de Aquel en Quien nosotros mismos confiamos por completo, y Quien habrá de cuidarle mucho mejor de lo que podríamos hacerlo nosotros.
A menudo sufrimos por nuestra impotencia para ayudar o mitigar, de alguna forma, la difícil suerte de nuestros semejantes. Entonces se debilita incluso nuestra oración, y nos sentimos sin fuerzas... justo cuando tendríamos que estar listos para dar hasta nuestra vida por aquel que sufre. Por eso, en tales circunstancias debemos recordar de dónde viene el auxilio y el consuelo. En verdad, nuestro amigo no esta solo: le ampara Aquel cuya mano está siempre dispuesta a ayudar, a sostener y a levantar al que ha caído. Él es Quien sale en busca de la oveja perdida, para llevarla de vuelta al pastizal más abundante. Decidámonos, pues, a encomendar a las manos del Señor todo aquello que amamos más, y nuestra conciencia se aligerará. Sabemos que Él sabrá guardar el tesoro que le estamos confiando, hasta el día en que ningún peligro más le pueda amenazar.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 227)