Palabras de espiritualidad

¿Qué hago si siento que me duele demasiado el dolor de mi hermano?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Cuando siento un dolor fuerte por el mundo, oro lo más que puedo y esto me llena de una sublime alegría espiritual, porque le cuento todo a Cristo, y Él lo resuelve.

Padre, cuando siento dolor por los demás, me lleno de una intranquilidad tan fuerte que ya no puedo ni orar...

—Ese desasosiego demuestra que en tu interior hay un elemento humano. Yo, cuando siento un dolor fuerte por el mundo, oro lo más que puedo y esto me llena de una sublime alegría espiritual, porque le cuento todo a Cristo, y Él lo resuelve. Y veo que, a medida que pasa el tiempo, aunque mis fuerzas físicas van disminuyendo, mi fuerza espiritual crece, porque el amor, el sacrificio y el dolor por los demás son fuentes de un gran poder espiritual. Por ejemplo, anoche, al empezar las vigilias, sentía como si me faltara el valor, pero ese dolor por los demás me llenó de fuerza. Y permanecí de pie toda la noche, hasta la Divina Liturgia, recibiendo a los fieles (El stárets se refería a la vigilia de la noche entre el 9 y el 10 de noviembre de 1993. A pesar de sufrir de un cáncer avanzado, el padre se mantuvo de pie, apoyándose levemente en una silla, y bendijo a miles de personas que vinieron ese día a Suroti). Después de eso, también dentro de la iglesia me mantuve de pie, pero no sentí ningún cansancio, porque me dolía el dolor del mundo, cosa que me llenaba de coraje para esmerarme más en mi esfuerzo. Luego, tienes que orar y también alegrarte, porque Cristo dispondrá todo de la mejor manera.

En la lucha espiritual no hay lugar para la tristeza. ¡Cuánto dolor no he soportado yo por el mundo! No puedo pasar por alto los problemas de los demás. Me duele, suspiro, y con cada suspiro le encomiendo cada problema de esos a Dios. Y, por ese dolor que yo siento por los demás, el Señor me llena de consuelo. Es decir que en esa lucha espiritual viene también el consuelo espiritual, porque el dolor que contiene en su interior la esperanza en Dios recibe el consuelo divino. De lo contrario ¿cómo podría sufrirlo alguien? ¿Qué podría hacer yo, escuchando todas las cosas y problemas que día tras día me cuentan los fieles? Me duele, pero también pienso en la recompensa divina para con aquellos que son compasivos. Todos estamos en manos de Dios. Ya que existe la justicia divina y también la recompensa divina, nada se pierde. Mientras más sufra alguien, más abundante será su recompensa. Dios, aun viendo tanto dolor en el mundo, incluso cosas que ni nosotros mismos podemos ver, no pierde jamás su ecuanimidad, como sí nos pasa a nosotros. Pero Él te dice: “¿Sufres mucho? Mucho será lo que recibas en la vida eterna”.  Y esto lo hace por nosotros, con alegría. De lo contrario, ¿cómo podría soportar, digamos, tanta injusticia y tanta maldad que hay entre los hombres? Pero Dios tiene en mente la recompensa de los que sufren y pueden —dicho de alguna manera— sufrir ese gran dolor. Nosotros, sin embargo, no podemos ver la gloria que habrá de recibir nuestro hermano sufriente, y nos duele; por eso es que el Señor nos recompensa con el consuelo divino.

Padre ¿ese dolor no termina ahogando al hombre?

—No. El hombre no se sofoca cuando enfrenta espiritualmente una situación. Al principio, se acongoja cuando escucha que hay alguien sufriendo, pero después de eso viene el consuelo espiritual como recompensa. En tanto que la amargura proveniente de la tristeza mundana provoca dolor de estómago, etc., el dolor espiritual no daña el organismo, porque contiene un bálsamo espiritual.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul II. Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, ediția a doua, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 344-346)