Palabras de espiritualidad

¿Qué más esperas para ir a confesarte?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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Recuerda que en la Iglesia Ortodoxa nadie puede comulgar si antes no ha ayunado y no se ha confesado.

Arrepiéntanse y acérquense al Sacramento de la Confesión y, después, a la Santa Eucaristía. La salvación no es posible si no nos confesamos y no comulgamos.

La primera confesión es difícil, porque, durante toda tu vida, talvez desde que eras niño, no te volviste a confesar. Y, con el paso de los años, los pecados se te han ido acumulando uno tras otro, generándote un profundo sentimiento de vergüenza. Por eso digo que la primera confesión siempre es difícil. Porque han pasado diez, quince, treinta o hasta setenta años desde que lo hiciste por última vez, y, cuando miras atrás y te das cuenta de la pesadísima carga que has estado arrastrando, dices: “¡Me apena ir a confesarme!”. No te apenó pecar, pero sí que te apena ir a confesarte, presentar tus faltas ante Dios, y decirle: “¡Perdóname, Señor, por todos estos pecados que hoy traigo ante Ti!”.

Debes tener el valor de atravesar ese portal y vencer el temor, que seguramente viene del demonio. La oposición a la confesión no es tuya, sino del demonio del orgullo que hay en ti, porque, si fueras humillado, vendrías a confesarte. Y se te olvida que Dios conoce bien todos esos pecados y los recuerda mejor que tú. ¡Ven a confesarte, y la segunda confesión será mucho más sencilla! Eso sí, la Santa Comunión es una condición obligatoria para la salvación. Después del Bautismo, comulgar es el acto más importante que podrías realizar.

Recuerda que en la Iglesia Ortodoxa nadie puede comulgar si antes no ha ayunado y no se ha confesado.

Mi deseo y mi exhortación, desde el corazón, y también desde el Señor, es: purifica tu alma y tu corazón; perdona y pide perdón; confiésate y recibe con toda honra y dignidad el Cuerpo y la Sangre del Señor, porque el Apóstol dice: “Quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo”.

Lo que quiero es que, con las oraciones de todos y el auxilio de Dios, cada uno crezca espiritualmente. Especialmente, por medio de la confesión y la comunión. Hay algo que vengo repitiendo desde que fui ordenado sacerdote, hace más de treinta años: “¡Vengan a confesarse, vengan a comulgar!”. Probablemente, hasta el día de mi muerte, hasta el último instante, seguiré repitiendo esas palabras:

¡Vengan a confesarse!

(Traducido de: Părintele Gheorghe Calciu, Cuvinte vii, Editura Bonifaciu, 2009, p. 57)