¿Qué puedo hacer por el otro? ¡Orar!
Entonces, comencé nuevamente: “¡Señor, ten piedad de mi mamá! ¡Señor, ten piedad de mi papá! Señor Jesucristo…”. Y empezaron a suceder cosas…
Otra cosa que me ayudó mucho fue la respuesta que el padre me dio a la pregunta: “¿Qué puedo hacer por el otro? ¿Qué puedo hacer por mi mamá, por mi papá, por quien sufre?”. Con la misma competencia, el padre me respondió: “¡Oración!”.
Entonces, comencé nuevamente: “¡Señor, ten piedad de mi mamá! ¡Señor, ten piedad de mi papá! Señor Jesucristo…”. Y empezaron a suceder cosas… Por ejemplo, cuando les hablaba y trataba de explicarles algo, usualmente me contradecían, se enfadaban… Pero, desde que empecé a orar, las cosas cambiaron radicalmente, pero no como creía yo que era mejor, sino como correspondía a cada uno...
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Doamne, unde-i rana?, Editura Doxologia, Iași, 2017, p. 19)