“¿Quién causa tanta alegría?”
La alegría cristiana es vigorosa, contagiosa y hasta polarizante. Proviene de la verdad y la virtud, pero también de la naturaleza, del conocimiento, del bien y de lo bello.
Pocas palabras son tan utilizadas en la Santa Escritura como la de “alegría”. La vida misma es alegría. A la alegría somos llamados desde ahora, después de habernos decidido a seguir a Cristo. El hombre que se alegra no tiene nada que reprocharse a sí mismo, no siente vergüenza de sí mismo y no le teme a nadie.
La alegría cristiana es vigorosa, contagiosa y hasta polarizante. Proviene de la verdad y la virtud, pero también de la naturaleza, del conocimiento, del bien y de lo bello. La conciencia de ser es ya un motivo de felicidad. El espectáculo del mundo provoca alegría. La misma contrición puede ser una fuente de gozo. Incluso en el llanto o en alguna otra manifestación de tristeza el cristiano puede sentir alegría. La alegría perfecta es la comunión con Dios.
(Traducido de: Ioan Ianolide, Întoarcerea la Hristos, Editura Christiana, București, 2006, p. 459)