¿Quién es la Madre del Señor para mí?
¿Cuál es, de hecho, el lugar de la Madre del Señor en la veneración de la Iglesia? Ella le sigue a Cristo. No está delante de Cristo, porque hay quienes parecieran ponerla en el lugar principal. No es correcto. La Madre del Señor está después de nuestro Señor Jesucristo.
Hay determinadas preguntas que debemos respondernos personalmente: ¿cómo está mi relación con la Madre del Señor? ¿cuánto la honro y la venero? ¿qué significa ella para mí? Sé bien que, para Cristo, Quien se hizo Hombre, ella es una madre. Sé bien que, para Dios Padre, ella es Su elegida. Sé también que, para Dios Hijo, ella es la morada que habría de recibirle. Sé, además, que para el Espíritu Santo ella es esa sobre la cual descendió. Sé que, para Santa Isabel, María es la Madre de su Señor. Sé, asimismo, que para aquella mujer de entre una multitud, la Madre del Señor es “dichosa”. Pero, para mí, personalmente, ¿quién es la Madre del Señor? ¿Cuán fuerte es mi relación con ella?
En este punto, hay dos extremos: unos que la honran demasiado y otros que casi no lo hacen. ¿Cuál es, de hecho, el lugar de la Madre del Señor en la veneración de la Iglesia? Ella le sigue a Cristo. Primero está Dios Padre, nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad, y después está la Madre del Señor. No está delante de Cristo, porque hay quienes parecieran ponerla en el lugar principal. No es correcto. La Madre del Señor está después de nuestro Señor Jesucristo.
Y hay quienes no honran en absoluto a la Madre del Señor. Desde luego, no son ortodoxos. Y no la honran, porque creen tener suficientes motivos para no hacerlo. No obstante, se trata de razones que no tienen fundamento alguno; recordemos, por ejemplo, cómo el mismo ángel la honró, al igual que Santa Isabel y aquella mujer que la llamó “dichosa”. También lo hizo nuestro Señor Jesucristo, y el Padre Celestial, y el Espíritu Santo. Por eso, no tenemos ninguna duda de lo que estamos haciendo. Por eso, no buscamos más fundamentos para honrar a la Madre del Señor, sino que entramos en la práctica misma de la Iglesia. Esta es la práctica de nuestra Iglesia y, desde que somos parte de ella, honramos a la Madre del Señor. Sin ella es imposible. No hay Ortodoxia sin la Madre del Señor.
Luego, la pregunta principal es: ¿cómo me relaciono con la Madre del Señor? Cuando pienso en ella, ¿cómo lo hago? ¿Cómo pienso en la Madre de nuestro Señor?
(Traducido de: Arhimandrit Teofil Părăian, Maica Domnului – Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, 2003, pp. 86-88)