Palabras de espiritualidad

¡Quiero un poco de luz!

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¡Hey, esclavo de la oscuridad! Aunque millones de cirios iluminaran tus apagados ojos, no podrías ver la luz. En vano buscas que te muestren la luz, cuando no tienes con qué verla.

Si un ciego grita: “¡Denme un poco de luz!” y encendemos una vela, diciéndole: “¡Aquí está la luz”, el responderá: “¡Pero, denme un poco de luz!”. Bien podríamos encender hasta diez velas, anunciándole: “¡Aquí está la luz!”, que él siempre replicará, lleno de enfado: “¿Por qué nadie me da un poco de luz?”. Lo podemos llevar a una sala llena de luces y decirle: “¡Aquí hay luz en abundancia!”, pero él, desde sus tinieblas, gritará lleno de cólera: “¡Pero enciendan al menos una luz para que yo pueda ver!”.

¡Hey, esclavo de la oscuridad! Aunque millones de cirios iluminaran tus apagados ojos, no podrías ver la luz. En vano buscas que te muestren la luz, cuando no tienes con qué verla, tal como en vano le tendemos un trozo de pan a uno que no tiene manos, o como inútilmente gritamos a los oídos del sordo. Pero, si tus ojos están sanos, fácilmente hallarás la luz.

Sin embargo, hermanos míos, por mucho que nos compadezcamos de esos que, por su ceguera, no pueden ver la luz del sol, no son ellos los más infelices del mundo. Mil veces más infelices son los ciegos de la mente, es decir, aquellos cuyo ojo interior se ha oscurecido y no pueden ver las cosas de Dios, que están en todas partes, ni Sus milagros. Esa es la misma clase de ceguera que afectaba a los jefes de los judíos en los tiempos en los que Jesucristo anduvo en este mundo y obró incontables prodigios.

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Prin fereastra temniței, Editura Predania, 2009, p. 136)