Palabras de espiritualidad

Razones para no buscar el elogio de los demás

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Me conmueve mucho cuando alguien me felicita. Pero no dejo que me afecte, porque sé lo que significa la humildad. ¿Que por qué no quiero ser elogiado? Porque sé que los encomios “vacían” al hombre y apartan la Gracia.

¿Qué puedo decirles...? Cuando llegué al Santo Monte Athos, fui a conocer a algunos ancianos muy santificados. Ninguno de ellos me dijo jamás “¡Bravo!”. Siempre me aconsejaban cómo amar a Dios y cómo ser siempre humilde. Invocar a Dios para que me fortaleciera en el alma y amarlo más. Nunca me encomiaron, ni yo busqué sus elogios. Sin embargo, me preocupaba que los ancianos tampoco me reprendieran. Pensaba: “¡Ay de mí, no he podido encontrar un anciano virtuoso!”. Yo quería que me amonestaran, que fueran severos conmigo. Puede que a más de alguno le parezca extraño esto que estoy diciendo. Con todo, eso es lo correcto: humildad, sinceridad.

Mis propios padres nunca me dijeron: “¡Bravo!”. Y no lo esperaba. Por eso, todo lo que hacía, lo hacía de manera desinteresada. Actualmente, cuando viene alguien y me elogia, me siento mal. ¿Qué puedo decir...? Me conmueve mucho cuando alguien me felicita. Pero no dejo que me afecte, porque sé lo que significa la humildad. ¿Que por qué no quiero ser elogiado? Porque sé que los encomios “vacían” al hombre y apartan la Gracia. Y esta viene solamente a donde hay humildad. El humilde ha alcanzado la perfección. ¿No es esto algo bello? ¿Acaso no es cierto?

(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003,  pp. 347-348)