Recomendaciones para la práctica de la oración con la mente
Después de veinte años empiezan a brotar los primeros frutos de la oración con la mente, y solo entonces puedes aconsejar a otros. ¡Jamás aconsejes aquello que ni tú mismo has puesto en práctica, porque los demonios se burlarán de ti!
Decía el padre Onufrio Frunză: “La oración de la mente empieza a dar frutos solo después de unos veinte o treinta años en el monasterio, si el monje es perseverante. Pero la mente no ayuda de la misma manera a todos, porque no todos tienen la misma fuerza. Después de veinte años empiezan a brotar los primeros frutos, y solo entonces puedes aconsejar a otros. ¡Jamás aconsejes aquello que ni tú mismo has puesto en práctica, porque los demonios se burlarán de ti!”. Asimismo, les recomendaba a sus discípulos cómo tenían que practicar la oración con la mente, porque, algunos, habiéndose forzado en demasía para poder alcanzar tal forma de oración, o por haberse ensoberbecido con su forma de orar, terminaban perdiendo el juicio. Por eso, insistía en que cada uno debe tener un riguroso guía espiritual.
El padre Onufrio también recomendaba lo siguiente: “Hay tribulaciones exteriores y tribulaciones interiores. Las tribulaciones exteriores son: cuando te ofende un hermano, cuando alguien es injusto contigo, cuando te difaman, cuando te golpean, etc. Y las tribulaciones interiores son: primero. las lamentaciones; después, la impaciencia interior, el odio, la enemistad, la envidia, los celos… Las tribulaciones interiores son más peligrosas que las exteriores. Y si no podemos soportar las tribulaciones exteriores, ¿cómo haremos para soportar las interiores? Porque, si no somos pacientes con las tribulaciones exteriores, tampoco podremos ser pacientes con las interiores”.
El padre no le aconsejaba a nadie que dejara a un lado las oraciones de la mañana y las de la noche, para concentrarse exclusivamente en el Salterio. Además, decía que el Salterio debe leerse acompañado de otras oraciones litúrgicas, porque al leer los Salmos hay que librar una lucha denodada. Y esas oraciones litúrgicas son como el aceite en la comida, porque hacen todo más fácil.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 772)