Reconciliarse es ser humildes
La humildad es una reconciliación con todas las circunstancias de esta vida, (es) un estado en el cual, el hombre, suceda lo que suceda, acepta todo, porque sabe que proviene de la misma mano de Dios.
La humildad —si nos referimos a la etimología rusa de la palabra— empieza en el momento en que entramos en el estado de una paz interior, en una reconciliación con Dios, con nuestra propia conciencia y con aquellos cuyo juicio manifiesta el juicio el de Dios. Es, pues, un apaciguamiento, una reconciliación.
Al mismo tiempo, la humildad es una reconciliación con todas las circunstancias de esta vida, (es) un estado en el cual, el hombre, suceda lo que suceda, acepta todo, porque sabe que proviene de la misma mano de Dios.
(Traducido de: Antonie Bloom, Mitropolitul Surojului, Despre credință și îndoială, Editura Cathisma, p. 202)