Reconocer mis faltas, para después proceder a enmendarme
Cuando nos equivocamos, se nos revela nuestro “yo” verdadero, lo conocemos e intentamos corregirnos. De esta manera, avanzamos en el buen camino y dejamos de vivir con el falso sentimiento de que todo va bien.
«Alégrate por tus constantes desaciertos. Eres una persona orgullosa y solo así podrás llegar a la humildad. “Dios mío”, debes decir, “¡esta soy yo! ¡Ayúdame! ¡Sin tu ayuda no podría hacer nada!”.
¡Eso sí, no te permitas caer en la desesperanza! Cuando nos equivocamos, se nos revela nuestro “yo” verdadero, lo conocemos e intentamos corregirnos. De esta manera, avanzamos en el buen camino y dejamos de vivir con el falso sentimiento de que todo va bien. Yo me alegro cuando alguna de mis debilidades se manifiesta, cuando mis pasiones salen a flote. Si no lo hicieran, seguramente me creería un santo, cuando, de hecho, mi corazón no es sino un semillero de pasiones. Lo mismo tú, cuando te enfadas o juzgas a otro, es normal que te entristezcas por haber caído en pecado, pero, al mismo tiempo, debes alegrarte, porque tu debilidad se ha revelado. Solo entonces lucharás para librarte de ella».
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul V. Patimi și virtuți, traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu Schitul Lacu – Sfântul Munte Athos, Editura Evanghelismos, București, 2007, p. 22)