Palabras de espiritualidad

Reconociéndonos en el reflejo de los demás

  • Foto: Benedict Both

    Foto: Benedict Both

Si nos analizamos de esta forma, veremos que tenemos defectos más grandes que los demás, y también empezaremos a notar sus virtudes. Cuando esto ocurre, empiezas a preguntarte: “¿Acaso tengo yo esas mismas virtudes? No. ¡Qué lejos estoy de donde debería hallarme!”.

El hombre se ve mejor a sí mismo cuando utiliza de espejo a los demás. Dios le da a cada persona el carisma que necesita, indiferentemente de si lo pone en acción o no. Si lo hace, llegará a la perfección. También los defectos nos pertenecen, sea que hayan aparecido por causa de nuestra propia falta de atención, o porque los hayamos heredado de nuestros padres; aún así, todos debemos esforzarnos en librarnos de ellos. Mientras esto ocurre, debemos vernos a nosotros mismos en los defectos de los demás y analizar en qué punto nos encontramos. Si, por ejemplo, observamos alguna debilidad en el otro, debemos decirnos inmediatamente: “Vamos a ver, ¿también yo soy así?”, y si reconocemos ese mismo defecto en nosotros, debemos esforzarnos en arrancarlo.

Padre, y si mi mente me dice que realmente no tengo ese defecto... ¿qué debo responderle?

Dile: “Tengo otros mayores. El de mi semejante es insignificante comparado con los míos”. Y, en verdad, puede suceder que tus defectos sean más pequeños, pero que tengas menos circunstancias atenuantes para ellos. Si nos analizamos de esta forma, veremos que tenemos defectos más grandes que los demás, y también empezaremos a notar sus virtudes. Cuando esto ocurre, empiezas a preguntarte: “¿Acaso tengo yo esas mismas virtudes? No. ¡Qué lejos estoy de donde debería hallarme!”. Quien actúa así, de todo obtiene provecho, cambia para bien y alcanza la perfección. Extrae un enorme beneficio de los santos, de los ascetas, incluso de las personas del mundo. Porque si ve, por ejemplo, que hay uno que se niega a sí mismo, sacrificándose por los demás, se dirá a sí mismo: “¿Tengo yo la misma grandeza de alma? No... ¡Y, con todo, me creo una persona espiritual!”. Y entonces intentará imitar al otro.

Todos tenemos mucho que hacer. Pero nuestro Buen Dios lo dispone todo de una forma muy sabia.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, Nevoință duhovnicească, III, Editura Evanghelismos, p. 154-155)