¿Sabemos usar los dones de Dios?
A menudo ponemos al servicio del maligno los bienes y todo lo que hemos recibido de Dios. Buscamos solamente la vanagloria y el deleite, el embeleso y el orgullo, sin importarnos si perjudicamos a los demás.
Si comparamos nuestra conducta ante las mismas circunstancias, con la de los santos, veremos cuán lejos estamos de seguir su ejemplo.
Adán conoció el sufrimiento debido a que no supo usar la libertad que Dios le otorgó, sometiéndose al pecado. Los santos no utilizaron mal este enorme don de Dios, el libre albedrío, sino que siempre buscaron que sus acciones respondieran a Sus mandatos. Por eso es que fueron capaces de encontrar alegría aún en medio del sufrimiento.
Sin embargo, nosotros, al igual que Adán, damos un uso incorrecto a nuestra libertad, pecando y vulnerando los mandamientos de Dios. Esto explica todos los sufrimientos que nos toca enfrentar y la falta de consuelo que sentimos en el dolor.
¿Hay acaso algún don de Dios que el hombre moderno no se haya acostumbrado a utilizar para pecar en contra Suya y serle infiel? Por ejemplo, Dios nos dio la salud, para que por medio suyo pudiéramos servirle a Él y a nuestros semejantes. ¡Pero nosotros la utilizamos mal, empléandola para satisfacer el pecado y el ardid!
Dios nos otorgó las riquezas, para que con ellas pudiéramos servirles a Sus hermanos menores. ¡Pero nosotros las utilizamos mal! Dios nos dio las virtudes, para que por medio de ellas pudiéramos glorificarle. Pero nosotros, a menudo, aún teniendo esas cualidades, deshonramos el Santo Nombre de Dios.
Es suficiente con recordar, por ejemplo, el caso de tantos escritores que utilizan su talento para insultar a Dios y a los santos. ¿No se trata, acaso, de un uso perverso de los dones recibidos de parte de Dios y de los asombrosos avances de la tecnología actual, que, en vez de utilizarlos para construir y promover el bienestar de la humanidad, se haya llegado al punto de poder destruir —con ataques furtivos— ciudades enteras y matar a miles de personas inocentes?
En verdad, a menudo ponemos al servicio del maligno los bienes y todo lo que hemos recibido de Dios. Buscamos solamente la vanagloria y el deleite, el embeleso y el orgullo, sin importarnos si perjudicamos a los demás.
Tendemos a elegir el camino ancho y pernicioso que nos lleva al infierno. Pero Dios, en Su bondad y por Su inconmensurable amor, no quiere que nos perdamos, sino que nos salvemos y alcancemos el conocimiento de la verdad. (1 Timoteo 2, 4)
¿Pero cómo salvarnos? Sus bondades para con nosotros y Su enorme paciencia no logran hacernos más juiciosos y enmendarnos. Entonces Él busca otra forma de llevarnos a la salvación. Cuando observa que utilizamos mal los dones de Su bondad, nos envía dolores y reprimendas para que podamos espabilar, hacernos prudentes y volver nuevamente a Él.
(Traducido de. Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, Editura Predania, 2006, p. 253)