Palabras de espiritualidad

Sabes que amas, cuando empiezas a llamar al otro a vivir en tu corazón

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¡Así es! Debe dolerte. Amar debe dolerte también. Debe dolerte por ése a quien amas. El amor se esfuerza por el que ama. Corre toda la noche, vela, le sangran los pies... sólo para encontrarse con ése a quien ama.

El alma del cristiano debe ser delicada, sensible, debe volar, vivir entre reflexiones. Debe volar al infinito, a las estrellas, en la inmensidad de Dios, en el silencio.

Si quieres hacerte cristiano debes, en primer lugar, hacerte poeta. ¡Así es! Debe dolerte. Amar debe dolerte también. Debe dolerte por ése a quien amas. El amor se esfuerza por el que ama. Corre toda la noche, vela, le sangran los pies... sólo para encontrarse con ése a quien ama. Se sacrifica, no le importa nada más, ni las amenazas, ni las penas, por causa del amor. El amor por Cristo es otra cosa, es algo inmensamente más alto.

Y cuando digo “amor”, no hablo de las virtudes que podemos obtener, sino de un corazón que ama a Cristo y a sus semejantes. Este es el punto al que debemos volver. Si vemos a una mamá con su hijito en brazos, besándolo y acariciándolo... ¿notamos en ella la luz de su rostro, cuando se goza así con su bebé? El hombre de Dios puede percibir todo esto, se impresiona y, sediento, dice, “¡Si al menos sintiera yo el mismo amor por mi Dios, por mi Cristo, por la Santísima Virgen, por todos nuestros santos!” Sí, así debemos amar a Cristo, a Dios. Lo deseas, lo quieres y lo obtienes, por medio de la gracia de Dios.

(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 183-184)