¿Sabes a quién te pareces cuando amas?
Así como Dios ama a toda la humanidad, así también el hombre debe amar a sus semejantes. Así como Dios es misericordioso, así debe ser el hombre también. El samaritano ayudó, por amor, al que estaba caído, aunque se trataba de un extranjero, un desconocido. Y sin embargo, se detuvo y le ofreció su ayuda incondicional.
Si Dios es amor, el hombre también debe ser amor, porque sólo así puede asemejarse a Dios. Así como Dios ama a toda la humanidad, así también el hombre debe amar a sus semejantes. Así como Dios es misericordioso, así debe ser el hombre también, porque en la Parábola del samaritano piadoso se nos muestra la forma para cumplir los mandamientos de Dios, para amar a nuestro prójimo.
El prójimo del que fuera asaltado por los ladrones fue el buen samaritano, quien se apiadó de él, le curó las heridas, lo ungió con aceite y vino, lo llevó a una casa de húespedes, lo cuidó y pagó el hospedaje necesario. ¿Por qué? El samaritano ayudó, por amor, al que estaba caído, aunque se trataba de un extranjero, un desconocido. Y sin embargo, se detuvo y le ofreció su ayuda incondicional, alegrándose (desde luego, por amor) al poderle servir.
¡Y el samaritano dio en abundancia! No dio de lo que le era necesario, sino de lo que tenía en cantidad. Si todos nuestros creyentes dieran de igual manera, muchas carencias de este mundo dejarían de existir.
(Traducido de: Arhimandrit Teofil Părăian, Iubirea de aproapele – ajutor pentru bucuria vieții, Editura Doxologia, Iași, 2014, pp. 32-33)