Sabiendo honrar a nuestros antepasados
Nuestra renuncia a las cosas materiales y a las pasiones espirituales, además de provocarnos un gran alivio, tiene también como resultado el consuelo de las almas de nuestros parientes difuntos.
El mejor memorial o parastás que podemos hacer por nuestros difuntos, es vivir con discernimiento, esforzándonos en desvanecer nuestras debilidades y purificar nuestra alma. Porque nuestra renuncia a las cosas materiales y a las pasiones espirituales, además de provocarnos un gran alivio, tiene también como resultado el consuelo de las almas de nuestros parientes difuntos. Estos se alegran cuando algún descendiente suyo está con Dios. Si nuestro estado espiritual no es bueno, sufren también todos nuestros antepasados. “¡Mira qué clase de descendiente tenemos!”, dicen ellos y se entristecen. Sin embargo, si nos hallamos en un buen estado espiritual, se alegran, porque también ellos contribuyeron a que existiéramos. Con esto, Dios se ve obligado, de alguna manera, a ayudarles. En otras palabras, lo que más alegra a nuestros difuntos es el esfuerzo que hacemos en agradarle a Dios, en pos de encontrarnos con ellos en el Paraíso y vivir juntos en la eternidad. En consecuencia, vale la pena trabajar para que nuestro hombre viejo se renueve, para que deje de perjudicarnos a nosotros mismos y a los demás, ayudando a todos, vivos y muertos.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 301-302)