San Nicéforo el Leproso se aparece en Bulgaria y nos ofrece un remedio para el coronavirus
Con una cruz muy brillante, como de oro, nos bendijo desde lo alto. De esa cruz descendió un fuerte rayo de luz que iluminó a todo el país. Lo último que dijo fue: “¡Todo esto pasará!”.
«Hace algunos días, leyendo en internet, me enteré que el periodista Angel Bonchev preparaba un libro sobre un hombre de Dios completamente desconocido para nosotros —San Nicéforo el Leproso—, en un momento crítico, cuando el mundo entero está siendo atacado por la pandemia del coronavirus y miles de personas han perdido la vida por causa de esta nueva plaga.
Como tenía su número, lo llamé y me relató brevemente la vida y el sufrimiento de San Nicéforo, quien supo cargar pacientemente la cruz que se le dio. A pesar de que me sentía muy molesta y agitada por el constante bombardeo mediático sobre el virus, al escuchar lo que Angel me contó sobre este santo, me llené de consuelo, especialmente cuando supe que recientemente se le había aparecido a un hombre de Grecia para infundirle valor y animarlo a ayudar a sus semejantes en la lucha contra este mal.
Aunque se trataba de un santo prácticamente desconocido para mí, me sentí confortada aún con lo poco que ahora sabía de él, y muy segura de que no nos faltará su ayuda. Lo empecé a percibir como alguien cercano. Toda esa noche oré entre lágrimas, pensando en lo que está ocurriendo hoy en día en el mundo y en los casos de personas infectadas, que crecen cada vez más en Bulgaria.
Primera noche
Esa noche me acosté de madrugada, a las 4. Y, en sueños, San Nicéforo vino a visitarme. Lo reconocí inmediatamente. Lo vi ataviado con su hábito de monje, de pie, sosteniendo una cruz de metal en su mano derecha. Me dijo: “Diles a todos los cristianos que me invoquen continuamente en sus oraciones. Además, que lean los oficios litúrgicos. Hay un remedio para todo esto, y es la Santa Eucaristía. Hay también una planta medicinal, la ajedrea, que mata los virus. Y, sobre todo, no dejen de visitar la casa de Dios en estos momentos tan duros, porque ahí no hay riesgo de contagio”. Después, desapareció.
La segunda noche
La noche siguiente, San Nicéforo volvió a aparecerse en mis sueños, y me dijo que muchísimas personas, no solamente los cristianos, habían empezado a elevarle sus plegarias, después de enterarse de su aparición en Grecia. Asimismo, me dijo que le pidiera a mi hijo que lo invoque, pero no solamente una vez —como yo le había sugerido—, sino más veces. “Muchas más veces”, me repitió el santo. Cuando amaneció, le pregunté a mi hijo: “¿Cuántas veces has orado a San Nicéforo”, y él me respondió: “Una vez, en la mañana de ayer”. Le expliqué que no era suficiente.
La tercera noche
La tercera noche lo volví a ver. Esta vez, lo más importante que entendí fue que Bulgaria será protegida del virus. Le pregunté: “¿Toda Bulgaria será protegida?”. Me respondió: “¡Sí!”. En ese momento, vi a nuestro país como si fuera un mapa, y él se sentó sobre ella, específicamente sobre la región de Plovdiv. Y dijo: “¡Suenan las campanas, suenan las campanas, suenan las campanas!”. Le pregunté: “¿Hay campanas en la diócesis de Plovdiv?”. “¡Sí!”, respondió contundentemente. Después de decir esto, se irguió y se alzó al cielo. Con una cruz muy brillante, como de oro, nos bendijo desde lo alto. De esa cruz descendió un fuerte rayo de luz que iluminó a todo el país. Lo último que que dijo fue: “¡Todo esto pasará!”.
No está de más agregar que, luego de estas apariciones, un cambio extraordinario tuvo lugar en mí. Sí, estoy hablando de la convicción y la fuerza que San Nicéforo el Leproso, un santo milagroso, inspiró en mí, ante el pánico que envuelve al mundo, incluso a nuestro país...».
(Basado en un testimonio desde Bulgaria)