Sanar la ceguera espiritual del otro
El hombre, cuando es cegado por la ira, pierde toda la sensatez y se vuelve como un ciego, porque ni él mismo sabe lo que hace ni a dónde va.
Quien ama a su enemigo y le hace el bien, está iluminando a un ciego. Y no estoy hablando de un ciego que no puede ver con sus ojos físicos, sino de uno que no puede ver con su mente. No hay nada que oscurezca más los ojos de la mente, que la ira y la furia. Hay muchos ejemplos de cómo, al dejarse llevar por la ira, los hombres suelen comportarse irreflexivamente, como lo haría un niño pequeño. Así, por ejemplo, en las vidas de los santos mártires leemos que algunos verdugos, después de arrojar a los cristianos a las fieras salvajes, terminaban mantando a los pobres animales, porque estos no querían acercarse a los mártires. A partir de esto podemos ver cómo el hombre, cuando es cegado por la ira, pierde toda la sensatez y se vuelve como un ciego, porque ni él mismo sabe lo que hace ni a dónde va.
¿Qué medicamento puede sanar semejante ceguera? Este poder lo tienen la sencillez y el amor; igualmente, es de gran beneficio hacerle el bien a aquel que se enfurece con facilidad. Porque, cuando ve que a su ira nadie responde con más ira, sino que, al contrario, le demuestran amor, el mal que lo domina es derrotado por el bien de los demás. Con esto, el iracundo deja de enfurecerse y se avergüenza, consciente de su propio pecado y, al mismo tiempo, de la inocencia de su semejatnte. Esto fue lo que ocurrió con Saúl, que estaba lleno de ira, y David, quien era inocente. Por eso, aquel que es capaz de amar a su enemigo, es como un taumaturgo que ilumina a los ciegos.
(Traducido de: Sfântul Dimitrie al Rostovului, Viața și omiliile, Editura Egumenița, Galați, p. 52)