Seamos agradecidos por todo lo que recibimos del Señor
¡Qué desagradecido soy contigo, Amor mío! La vergüenza me inunda porque no he sabido agradecerte. Mientras que Tú no te alejas de mí ni siquiera un momento, yo me alejo de Ti en mi sueño.
Al amanecer, cuando me despierto, mis pensamientos vuelan directamente a Ti, el primer impulso de mi alma busca Tu sonrisa, el primer susurro que emito es Tu nombre, la primera sorpresa que recibo eres Tú, junto a mí.
Como un chiquillo que ha tenido pesadillas y que, al despertar, abraza a su mamá, por saberla a su lado, también yo, cuando me despierto, te abrazo y me alegro porque mi tránsito por el sueño no me ha alejado de Tu mano.
¡Qué desagradecido soy contigo, Amor mío! La vergüenza me inunda porque no he sabido agradecerte. Mientras que Tú no te alejas de mí ni siquiera un momento, yo me alejo de Ti en mi sueño. Por eso me asombran las legiones celestiales, que no dejan de contemplarte, día y noche.
El sueño me hastía, pero Tú me descansas. No hay descanso para el hastiado, si no te ve a Ti y tampoco dulzura para el amargo, si no habla contigo, así como tampoco hay salud para el enfermo, si no te toca la mano, ni pureza para el impuro, si no se llena de Tu Luz.
(Traducido de: Sfântul Ierarh Nicolae Velimirovici, Rugăciuni pe malul lacului, Editura Anestis, 2006, pp. 162-163)