Palabras de espiritualidad

Semejanzas entre la puerta de nuestra casa y el arrepentimiento

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Con todo esto se materializa la verdadera contrición, que es como un segundo Bautismo.

Fijémonos en la puerta de una casa.

Como podemos ver, la puerta no esta sola, sino colocada entre las jambas.

Si pusiéramos solamente las jambas y el dintel, no podríamos decir que la casa está segura. Y si ponemos la puerta simplemente recostada sobre el vano, tampoco estaremos consiguiendo algo. Para asegurar la casa, necesitamos tanto de la puerta como de sus demás elementos. Del mismo modo, la confesión está estrechamente vinculada a la contrición de corazón, porque juntos conforman el Sacramento del Arrepentimiento, que asegura nuestra salvación. Ahora, tomemos cada una de estas partes por separado y veamos cómo están conformadas. Las partes que conforman el arrepentimiento de corazón son cuatro, así como el marco de una puerta está hecho de cuatro piezas.

1. El “umbral” del arrepentimiento es el examen de conciencia. Sin éste, la contrición es imposible.

2. Del examen de conciencia surge la tristeza por los pecados, que conforma la “jamba” derecha.

3. Después viene la decisión de no volver a pecar. Esta es la “jamba” izquierda.

4. Finalmente, llegamos al “dintel”, que es la reconciliación con todos aquellos a quienes hemos ofendido o perjudicado, perdonando también a quienes nos han hecho daño. Sin reconciliación, nuestro arrepentimiento no está completo.

Después de realizar estas cuatro cosas (es decir, el examen de conciencia, la pesadumbre, la decisión y la reconciliación), semejantes al “marco" del arrepentimiento, ponemos la puerta, es decir, la confesión de los pecados. Y esta debe realizarse sin justificaciones y con una humildad total, que son como las cuñas que fortalecen las uniones del marco.

Luego de confesarnos, pedimos el canon adecuado, que es como un pestillo para la puerta del arrepentimiento. Sólo después de prometer que vamos a cumplir con el consejo del padre espiritual, recibimos la absolución de los pecados, por medio de la oración del sacerdote, que es la llave del Sacramento de la Confesión.

Es bueno recordar que el canon no consiste solamente en realizar inclinaciones y postraciones, sino en cualquier otro esfuerzo que nos imponga el confesor (trátese del ayuno, la práctica de la caridad, el silencio, el perdón, la lectura de libros espirituales, etc.). Con todo esto se materializa la verdadera contrición, que es como un segundo Bautismo.

(Traducido de: Sfântul Ioan Iacob de la Neamț, Din Ierihon către Sion, Ierusalim, 1990, pp. 136-137)