Palabras de espiritualidad

“¡Señor, que se haga Tu voluntad en mi vida!”

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

La oración debe hacerse con el corazón puro, con fervor y humildad.

Por medio de la oración podemos obtener cualquier cosa que le pidamos a Dios. Lo importante es que nuestras oraciones sean dignas de Él. Luego, la oración debe hacerse con el corazón puro, con fervor y humildad. El mismo Cristo nos lo promete, al decir: “Todo lo que pidan en su oración, si creen, se les dará”. Y, otra vez: “Pidan y se les dará”.

El que ora de todo corazón, profundizando en cada palabra que pronuncia, junto a la obtención de lo que ha pedido, se le otorgará también esa paz interior que el mundo es incapaz de ofrecer, paz que nos fuera prometida por nuestro Señor Jesucristo, cuando dijo: “Mi paz os dejo, pero no como la da el mundo” (Juan 14, 27). Y sentimos entonces una certeza que nos dice que no estamos solos en el mundo, que el Dios de nuestros padres está con nosotros, protegiéndonos y amparándonos en esta vida pasajera.

Algunas veces sucede que Dios no cumple inmediatamente con nuestras peticiones. Así como Santa Mónica, la madre del Beato Agustín, oró durante dieciocho años para que su hijo volviera a Dios. Su perseverancia fue agradable a Dios y entonces le otorgó lo que pedía, concediéndole a Agustín las bellezas de la gracia.

Y, ya que no sabemos si lo que pedimos es de provecho, es recomendable terminar nuestras oraciones así: “¡Señor, Tú que lo sabes todo, concédeme que lo que te he pedido se cumpla de acuerdo a Tu santa voluntad! ¡Señor, que se haga Tu voluntad en mi vida!”.

(Traducido de: Ne vorbeşte Părintele Sofian Boghiu, Editura Vânători, Mănăstirea Sihăstria, 2004, p. 41)