Ser humildes como la tierra que pisamos
La tierra está siempre presente, en silencio, aceptando todo y transformando, maravillosamente, todos esos desechos en un alimento fértil, haciendo de ellos fermentos de una nueva vida.
La palabra “humildad” proviene del latín “humus”, que significa tierra fértil, Para mí, a diferencia de lo que comúnmente se cree, la humildad no es el torpe intento de alguien, tratando de convencer a los demás de que es el más pecador de todos. La humildad es la condición de la tierra misma. La tierra está siempre presente, aunque nadie la admire y a nadie produzca asombro: nadie piensa en ella. Todos la pisan, todos pasan sobre ella, y ella recibe, de todos, solo desechos y basura. La tierra está siempre presente, en silencio, aceptando todo y transformando, maravillosamente, todos esos desechos en un alimento fértil, haciendo de ellos fermentos de una nueva vida. La tierra recibe la luz del sol y el agua de la lluvia, siempre dispuesta a aceptar cada semilla y hacerla producir veinte, cincuenta o hasta cien veces más. Esta es la forma en que podemos comparar la debilidad humana, en la cual Dios manifiesta Su poder, y las circunstancias en las que la ausencia de Dios puede transformarse en presencia Suya. Nosotros no nos podemos acercar a Dios. Pero cada vez que, como el publicano, nos situamos fuera de la “razón” y exclusivamente en el dominio de la misericordia, el encuentro con Él se vuelve posible.
(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Școala rugăciunii, traducere de Irineu Slătineanu, Editura Coresi, București, pp. 27-28)