Palabras de espiritualidad

Ser soldados de Cristo en el mundo actual

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

En la actual generación, “astuta, falsa, ingrata y pecadora”, en la que “todos están descarriados, en masa pervertidos, no hay nadie que obre bien, ni uno solo” (Salmos 13, 3)

Cualquier rey, cuando quiere empezar una guerra contra otro rey, reúne a su ejército formado por generales, oficiales, suboficiales, soldados de infantería, jinetes, marineros, pilotos, etc. Del mismo modo, el Rey Celestial y Soberano de todos, nuestro Señor Jesucristo, Guía y Fundador de nuestra Santa Iglesia, viniendo al mundo, inició una guerra en contra del enemigo de la humanidad, el dueño de la oscuridad y sus poderes. En esta guerra, nuestro Señor Jesucristo enroló primero a los Santos Apóstoles, luego a los Santos Mártires, y después a los Venerables de la asamblea angélica de los monjes, que recibe ese apelativo porque los monjes están obligados a vivir en este mundo como los ángeles en el Cielo, como dice San Basilio el Grande. Estas tres legiones, la de los Santos Apósoles, la de los Santos Mártires y la de los monjes, durante los primeros años del cristianismo y especialmente durante los primeros cinco siglos, lucharon bien, con brío y valor, y obtuvieron gloriosas victorias. Vencieron al enemigo invisible, dueño de la oscuridad, y destruyeron todas sus artimañas y trampas. Estos vencedores, alzándose a los Cielos, recibieron coronas celestiales y eternas por parte del gran Combatiente, nuestro Señor Jesucristo, Rey de la Gloria, siendo los primeros miembros de la Iglesia cristiana triunfantes. Pero, con el paso del tiempo, las legiones de la Iglesia empezaron a debilitarse paulatinamente, como de manera cierta y sencilla dice San Andrés de Creta (autor del Gran Canon y de muchos otros cantos y prédicas), en un tropario del canto IX del Gran Canon, en el que dice: “La ley se ha vuelto inútil, el Evangelio no obra y toda la Escritura en ti no es tomada en cuenta; los profetas han pedido fuerza, al igual que toda la palabra de Aquel que es Justo”. En la actual generación, “astuta, falsa, ingrata y pecadora”, en la que “todos están descarriados, en masa pervertidos, no hay nadie que obre bien, ni uno solo” (Salmos 13, 3), “y no hay un guía, un profeta o un higúmeno”, todas las fuerzas que nos conducían han desfallecido por completo, en tanto que la fuerza del maligno ha crecido asombrosamente y sus garras se han multiplicado y, como fieras salvajes, se mantienen al acecho, amenazando con destruir la Santa Iglesia, tomar como prisioneros a los pocos soldados que se han enrolado en la armada de Cristo, matar a los custodios de nuestra santa fe, arrancar y ensuciar todo lo relativo a la Iglesia, hasta hacer que desaparezca la fe ortodoxa, pura y perfecta en Cristo.

(Traducido de: Avva Filothei Zervakos, Mărturisirea Credinței Ortodoxe, Editura Bunavestire, p. 17, Galați, 2003)