Ser una acogedora morada para Dios
El alma se cierra y se derrumba cuando pierde su relación con Dios. Se convierte, entonces, en algo parecido a un violín roto, del cual el arco del artista ya no puede sacar ninguna melodía bella y armoniosa.
Dios descansa en la casa de las virtudes, que es una casa abierta, por intermedio de la humildad, la pureza, la paz, el amor. Pero Él no viene a descansar a las ruinas de un alma desgarrada por la contradicción, egoísta, oscura, cerrada, aislada.
El alma se cierra y se derrumba cuando pierde su relación con Dios. Se convierte, entonces, en algo parecido a un violín roto, del cual el arco del artista ya no puede sacar ninguna melodía bella y armoniosa. Solamente una casa construida como es debido, es luminosa y armoniosa, en perfecta sintonía con lo que hay afuera, con sus ventantas, sus terrazas, sus balcones…una casa que bien podría ser la morada de alguien que no quiere cerrarse al mundo y romper todo contacto con la realidad.
Dios, que es infinito, no puede ser encerrado por nadie en sí mismo. Por eso, aquel que se aparta, aferrándose a las cosas efímeras, no puede ser hogar de Dios.
(Traducido de: Părintele Dumitru Stăniloae, nota 51 la Cuviosul Nichita Stithatul, Cele 300 de capete despre făptuire, în Filocalia VI, Editura Humanitas, București, 2009, p. 224)