Palabras de espiritualidad

Si Dios nos ama, ¿por qué sufrimos tanto?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¿Si Dios nos ama tanto, por qué nuestra vida se llena de toda clase de penas? Siguiendo las palabras de la Escritura, ¿Por qué Dios reprende al que ama y al que acepta, lo golpea? En otras palabras, si Dios nos ama, ¿por qué sufrimos?

“Tanto amó Dios al mundo, que le dio Su Hijo Unigénito, para que quien cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna ” (Juan 3, 16). ¿Por qué lo entregó para ser sacrificado, y en una cruz? Porque la única voz que estremece al corazón de los hombres, es el sacrificio de alguien por ellos. Si alguien muere por ti, nunca lo podrías olvidar.

Una pregunta: ¿Si Dios nos ama tanto, por qué nuestra vida se llena de toda clase de penas? Siguiendo las palabras de la Escritura, ¿Por qué Dios reprende al que ama y al que acepta, lo golpea? En otras palabras, si Dios nos ama, ¿por qué sufrimos?

Y es que los razonamientos de Dios son distintos a los nuestros. Un pequeño ejemplo: distintos son los juicios de un padre que ama a sus hijos, que lo que éstos piensan en realidad. Pero cuando crecen, entonces empiezan a entender el sentido de las decisiones paternas (si los ha corregido).

De igual forma, nosotros, viviendo en este cuerpo, nos aferramos a su forma material de entender la vida: somos como niños intentando razonar. Pero cuando escapemos de este mortal cuerpo, entonces, con agradecimiento nos dirigiremos a Dios, para darle las gracias por todas las pruebas a las que nos sometió cuando estábamos en el mundo.

En consecuencia, debemos ampliar nuestra perspectiva más allá de los horizontes de esta vida, hacia el Reino que está después de ella. De lo contrario, no conseguiremos entender los problemas de esta vida y ser pacientes al enfrentarlos.

Si la entendemos de la forma correcta, uniéndola con la que es eterna, entonces no importa lo dura que sea, porque adquiere un valor inmenso. Así, sucede algo maravilloso: el hombre comienza a amar sus aflicciones y a todos los que lo hacen sufrir. En otras palabras, el cristiano que, sereno, deja que Dios conduzca todo, ve que cada cruz de esta vida es un testimonio de Su amor, que cada cruz es un peldaño más hacia la perfección.

Y si comulgamos frecuentemente del Santo Sacrificio del Señor, estamos tomando parte del misterio del amor supremo de Dios, que nos ofrece, entre otros dones, superar la comprensión infantil de esta vida, para llegar a interpretarla como Jesús. Siguiendo en paz y con convicción este discernimiento, sabemos que aunque las aguas de nuestra vida se agiten, nuestro Padre está al mando de la Iglesia.

(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Lupta duhovniceasca cu lumea, trupul şi diavolul, ediție revizuită, Editura Agaton, Făgăraș, 2009, pp. 114-116)