Palabras de espiritualidad

Si el hombre tiene la Gracia, todo el mundo es bendecido

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Perdiendo la Gracia de Dios, el hombre se quedó sin nada que darle al mundo.

El hombre fue siempre la esperanza del mundo, la esperanza de los animales, de las plantas, de la naturaleza, de la tierra y el cielo. Nada de esto puede protegerse solo, nada se puede santificar solo. Si el hombre lo santifica, se santifica. Si el hombre lo mancha, se ensucia. Veamos el ejemplo del agua: si la santificamos, con la bendición de Dios se convierte en aghiasma. Si la dejamos tal como es, se descompondrá, en un momento dado le saldrán lombrices. Y si la utilizamos para ahogar a alguien, la estaremos manchando totalmente, haciendo un agua “de pecado”, un istrumento del mal, una herramienta del infierno.

Imagínense lo que diría el agua si pudiera hablar: “Por favor, hombre, no me utilices para pecar, ni para cometer maldades. Por favor, ten piedad de mí. Santifícame con la Gracia que Dios te otorgó con Sus mismas manos y hálito, cuando todo esto lo insufló en tu interior. ¡Por favor, hombre, apiádate de mí!”.

Esto le diría el agua al hombre, lo mismo dirían las piedras, los cuchillos, la pólvora, la energía atómica y todo lo demás, animales, plantas, el mundo entero: “¡Por favor, hombre, apiádate de mí!”. El hombre recibió desde el comienzo la Gracia de Dios y de él esperaban todas las cosas del mundo compartir ese don. Entiendan que si el hombre tiene el don de Dios, puede participárselo a las cosas del mundo. Y si lo pierde, no puede darle nada a las cosas del mundo.

A cada uno le pregunto: ¿si pierdes tu billetera, llena de dinero, y te encuentras conmigo en la calle, pidiéndote todo lo que me debes, me lo podrías pagar? “No, simplemente porque no tengo de dónde darte nada”, me responderán.

Luego, perdiendo la Gracia de Dios, el hombre se quedó sin nada que darle al mundo. Antes de la caída, antes de pecar, el hombre tenía la Gracia Divina y la compartía con todas las cosas, con su nombre verdadero y su estado verdadero.

(Traducido de: Arhimandritul Spiridonos Logothetis, Răspunsuri la întrebări ale tinerilor – Ortodoxia şi lumea, traducere din limba greacă de Părintele Şerban Tica, Editura Sophia, Bucureşti,

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