Si llamamos la Gracia…
Cuando veamos que se acerca el mal, apartémonos, despreciémoslo y corramos a los brazos de Dios.
Cierta vez, iba de camino hacia Tourkovounia, en donde vivía. El camino era muy inclinado, tenías que descender unos doscientos metros. Más arriba era un poco más llano. Ahi, la mamá de Niko conversaba con otras dos mujeres, vecinas suyas. Abajo, al final del camino, Niko, su hijo, jugaba tranquilamente con otros niños. En un momento dado, Niko subió corriendo y, al llegar al lado de su madre, la abrazó hecho un mar de lágrimas.
—¿Qué tienes?
—¡El hijo del señor Manolas me golpeó!
Una vez dijo esto, el niño se sintió aliviado y dejó de llorar en el acto.
¿Qué quiero decir con esto? Cuando venga la tentación, lo más fácil que podemos hacer es volvernos a Dios con fervor y valentía, e inmediatamente vendrá la fuerza, el bien. Es decir, cuando veamos que se acerca el mal, apartémonos, despreciémoslo y corramos a los brazos de Dios. Es suficiente con volvernos inmediatamente a Dios. Y, casi sin notarlo, pronto estaremos volviendo al bien de antes, y la tentación se nos habrá olvidado. Pero, insisto, esto no se puede conseguir si no nos volvemos a Cristo. Muchos dicen que lo más sencillo es despreciar el mal. Bueno, es fácil decir eso, pero lo más difícil es hacerlo. Ese desprecio requiere de una gran maestría. El desprecio a los espíritus del mal se puede coneguir solamente con la Gracia Divina.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, p. 255)