Si me preguntaran qué es la oración, esto es lo que respondería
La oración es el agua viva del alma, es hacer que todos nuestros semejantes permanezcan en nuestro corazón, gracias al amor, es hacer que el Cielo descienda a nuestra alma...
La oración es sentir incesantemente nuestra debilidad espiritual, nuestra pobreza espiritual. Es, además, santificación del alma, conocer desde esta vida la felicidad futura, la felicidad de los ángeles. Es, asimismo, una lluvia celestial que refresca, abreva y hace que la tierra de nuestra alma fructifique. Es fuerza y poder para el alma y el cuerpo, renovación y purificación del pensamiento, iluminación del rostro, gozo del espíritu; es un lazo de oro que une a la criatura con su Creador, es arrojo y valentía en las aflicciones y tribulaciones de la vida, es el éxito en nuestras actividades, es una dignidad semejante a la de los ángeles. La oración es fortalecimiento en la fe, la esperanza y el amor.
La oración es enmendar nuestra vida, es la madre de la contrición y las lágrimas, es el mejor estímulo para las obras de la misericordia, guardián de la esperanza de nuestra vida, disipación del temor a la muerte, desprecio a los tesoros terrenales, anhelo de las bondades celestiales y espera del Juez del mundo entero, de la resurrección de las almas y de la vida eterna. La oración es, además, el trabajo más perseverante para evitar los tormentos eternos; es la búsqueda incansable de la piedad del Señor, es andar ante los ojos de Dios, es la gozosa renuncia a uno mismo, hasta olvidarse de uno mismo ante el Omnipotente Creador de todo. La oración es, para finalizar, el agua viva del alma, es hacer que todos nuestros semejantes permanezcan en nuestro corazón, gracias al amor, es hacer que el Cielo descienda a nuestra alma, es hacer del corazón la morada de la Santísima Trinidad, como dicen aquellas palabras: “vendremos a él, y haremos morada en él” (Juan 14, 23).
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, În lumea rugăciunii, Editura Sophia, București, 2011, p. 7)