Dos monjes visitaron al anciano Antonio y le pidieron: “Dinos cómo salvarnos”. Respondió el anciano: “¿Escuchan con atención la Escritura? Si lo hacen, están en el buen camino”. Y ellos replicaron: “Queremos escucharte también a ti, padre”. Entonces, el anciano habló así: “Dice el Evangelio que si alguien te golpea la mejilla derecha, debes ofrecerle la otra”. Y los monjes respondieron: “No, eso no lo podemos hacer”. Y él insistió: “Si no son capaces de poner la otra mejilla, al menos déjense golpear una”. Pero le respondieron: “No, tampoco eso podemos hacer”. Y él respondió: “Si no pueden hacer esto, al menos no respondan a ese golpe con otro”. Mas aquellos monjes reiteraron: “Tampoco podemos hacer esto”. Entonces, volviéndose hacia su discípulo, el anciano ordenó: “Pon a hervir un poco de comida para ellos, porque se ve que les hace falta... están muy débiles”. Luego, dirigiéndose nuevamente a sus visitantes, dijo: “Si no pueden ni quieren hacer nada de lo que les acabo de decir, ¿qué he de hacer con ustedes? Lo que necesitan es orar más.”

(Traducido de: Patericul, Alba Iulia, 1997, p.11)