Palabras de espiritualidad

Si purificamos nuestro corazón, podremos ver a Dios

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Si también nosotros sabemos mantener puro nuestro corazón, si lo purificamos completamente, veremos a Dios, de una u otra forma.

¡Bienaventurados los puros de corazón, porque podrán ver a Dios!

Esto es algo que todos sabemos. Por eso asistimos a la iglesia y visitamos monasterios, porque sabemos que allí habitan seres puros, que tienen un vínculo más profundo con Dios, a Quien pueden ver. Creo que ya les he contado lo que algunos monjes me han relatado acerca del padre Petronio Tanase, del monasterio Prodromos, en el Monte Athos: orando, veía cómo aparecían los pies de nuestro Señor Jesucristo, lacerados y ensangrentados, sobre la Santa Mesa. Podía ver a Dios. Por eso, si también nosotros sabemos mantener puro nuestro corazón, si lo purificamos completamente, veremos a Dios, de una u otra forma. Dios puede hablarte en alguna revelación, y hablo de revelaciones verdaderas, no de cosas demoníacas. Dios te habla por medio de ciertas inspiraciones interiores, cuando logras entender los misterios de la salvación.

Confieso que muchas veces he orado y, quizás debido a mi falta de fe, Dios no ha cumplido mi petición... ¡pero cuántas veces sí lo ha hecho! He orado por otros, ¡y mi oración ha sido escuchada, dejándome completamente atónito! ¿Quién soy yo, para que Dios venga y atienda mi oración? Como dice el salmista, ¿qué es el hombre para tener semejante honor, para estar sólo un paso bajo los ángeles? Pero, ojo, que no es gracias a nuestras virtudes que Dios atiende nuestras oraciones, sino gracias a Su bondad y a la fe con la que oramos.

Si tenemos un corazón puro y le pedimos algo a Dios, Él nos atenderá. Eso sí, ¡jamás oren pidiendo el mal para alguien! Los que hacen el mal, esos recurren a hechiceros. Inútilmente le pides a Dios que castigue a alguien, porque Dios es bueno antes que justo. ¿Y cómo sabes que tienes la razón? Muchas veces vemos sólo nuestro propio interés, olvidando la verdad y la justicia.

(Traducido de: Părintele Cheorghe Calciu, Cuvinte vii, ediţie îngrijită la Mănăstirea Diaconeşti, Editura Bonifaciu, 2009, pp. 175-176)