Si tu ojo es causa de pecado…
¡Deja de fijarte en los pecados del otro! ¡Más bien, compadécelo! Y si puedes, ayúdalo. ¡Oh, qué importantes son nuestros ojos!
Padre ¿cómo tenemos que interpretar aquellas palabras del Evangelio: “Si tu ojo derecho te pone en peligro de pecar, arráncatelo y tíralo, porque más te conviene perder uno de tus miembros, antes que todo tu cuerpo sea arrojado al fuego”?
—¡Cuidado! ¡No hay que interpretar esas palabras literalmente! No hace falta que te saques los ojos, sino que solamente tienes que cerrarlos para evitar juzgar a tu semejante. El Señor habló en sentido figurado; sin embargo, si así lo hicieras, tampoco estarías errando. Pero ¿quién se sacaría un ojo para no pecar?
En las Vidas de los Santos encontramos la historia de una santa que no solamente era muy bella físicamente, sino que también tenía una extraordinaria fuerza espiritual. Un día, el soberano de dicha región la vio y se quedó prendado de ella. Sin pensárselo dos veces, fue a hablar con la madre abadesa para pedirle que le dejara desposar a la hermosa joven. ¿Y qué hizo la muchacha? ¡Se sacó los ojos y se los envió al monarca! En una notita le escribió: “¡Aquí están mis ojos! ¡Tómalos, porque fueron ellos los que te vieron, no mi alma ni mi corazón!”. Al ver esto, el hombre cayó de rodillas en el suelo y un profundo arrepentimiento lo estremeció. Por su parte, la santa oró mucho a la Madre del Señor, y fue sanada. ¿Ves cómo también hay personas con la determinación suficiente como para arrancarse los ojos? Pero la interpretación normal sería que es mejor cerrar los ojos para no pecar, para no juzgar, para no indagar en la vida de los demás. ¡Deja de fijarte en los pecados del otro! ¡Más bien, compadécelo! Y si puedes, ayúdalo. ¡Oh, qué importantes son nuestros ojos!
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie, ed. a 2-a, vol. 2, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 65)