Sobre el deseo de saber más de la vida de la Madre del Señor
La Madre del Señor fue un modelo de humildad; por eso es que no se puede decir mucho de su persona. En la Escritura es poco lo que aparece y, por otra parte, quienes dicen algo de la Madre del Señor o quieren decir algo extraordinario, no son competentes.
El padre Arsenie Papacioc —del Monasterio Techirghiol—, en sus Diálogos Espirituales, dice: “Lo que Dios puede hacer con Su poder, la Madre del Señor lo puede hacer con su oración”. La Madre del Señor puede ayudarnos con sus oraciones, para que recibamos las bondades de Dios. Su poder es infinito, porque su oración es poderosa e intercede para que rebose sobre nosotros el poder de su Hijo y Dios nuestro.
Los fieles desean conocer muchas cosas sobre la Madre del Señor y actualmente se ha llegado al extremo de concebir toda clase de relatos sobre ella, historias que pretenden llenar ese vacío; sin embargo, ese vacío es mucho más profundo que lo que podría decirse de la Madre del Señor, sobre todo, por parte de quienes no tienen competencia para hablar de ella. Por ejemplo, El sueño de la Madre del Señor es un libro apócrifo que pretende narrar algunas cosas de la vida de la Santísima Virgen María, pero fuera del pensamiento auténticamente ortodoxo. Luego, es más provechoso para nosotros tener poca información sobre la Madre del Señor, lo cual es legítimo para el pensamiento ortodoxo, y contentarnos con lo poco que tenemos. Y ese poco que tenemos proviene de los Santos Evangelios, los cuales, de hecho, nos dicen más sobre la Virgen María que todo ese contenido inventado que, finalmente, no es más que simple relleno.
Cierto es que también se han escrito libros sobre la Madre del Señor que no dicen gran cosa. ¿Por qué? Porque la Madre del Señor fue un modelo de humildad; por eso es que no se puede decir mucho de su persona. En la Escritura es poco lo que aparece y, por otra parte, quienes dicen algo de la Madre del Señor o quieren decir algo extraordinario, no son competentes. No tienen cómo hablar de ella. ¿Por qué? Porque la Madre del Señor, siendo humilde, jamás deseó estar en el centro de la atención de los hombres. Su intención siempre fue que nuestro Señor Jesucristo estuviera en el centro de la atención de los hombres. En la boda de Caná, ella les dijo a los que servían: “Hagan lo que Él les diga” (Juan 2, 5). Es como si hubiera dicho: “Les diré algo: hagan lo que Él les diga, no hagan lo que digo yo. Yo no les ordeno nada, no es ese mi propósito; escúchenlo y obedézcanle a Él”.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 83)