Sobre el discernimiento al pedirle a Dios con quién casarnos
Debemos dejar sitio para la voluntad de Dios, así como nos lo enseñan los Santos Padres.
Un joven le pregunto al padre Paisos: “Padre, ¿acaso podré encontrar una buena chica, para poder casarme y encontrar sosiego en mi vida?”. El padre le respondió, sonriendo: “Si todos comienzan a encontrar sólo buenas chicas, ¿qué hacemos con las que quedan? ¿Las ponemos en salmuera?”.
La vida de familia de familia debe empezar pidiéndole a Dios que te muestre la persona que va a ser tu auxilio y consuelo. Desde luego, la oración debe ser el primer paso en esta elección, pero si tu corazón ya se ha decidido, debemos orar para que todo camine de acuerdo a la voluntad de Dios.
Cierta vez, una señora me contó cómo, siendo joven, se enamoró de un seminarista. Tanto le gustaba aquel muchacho, que comenzó a pedirle a Dios que le ayudara a conocerlo. Así, comenzó a frecuentar más y más aquella parroquia. Mientras el seminarista cantaba durante la Liturgia, aquella mujer oraba fervientemente: “No importa nada más, Señor... ¡que sea él!”. Finalmente, el muchacho comenzó a ponerle atención, a conversar con ella, la invitó a salir... con el tiempo, le pidió que se casaran. Luego de pocos años de casados, él fue ordenado sacerdote, tuvieron dos hijos... y todo parecía ir bien. Un día, la instalación casera de gas metano comenzó a dar problemas. Él dijo: “No pasa nada, inmediatamente lo arreglo”. Pero, intentando reparar dicha avería se envenenó y murió. No hace falta describir el dolor de aquella mujer. Comenzó a repetirse: “¿Por qué insistí tanto en que fuera él el elegido?”. El Señor escuchó su petición y se la otorgó... pero ahora se había quedado viuda. Luego de un tiempo supe que también ella había muerto, dejando a sus dos hijos en la orfandad. Esto puede suceder algunas veces.
Sí, está bien pedírselo a Dios. Sin embargo, debemos dejar sitio para la voluntad de Dios, así como nos lo enseñan los Santos Padres: “¡No como yo quiero que sea, sino como quieras Tú, Señor!”. No “que sea sólo él (o ella)”, sino “Señor, Tú conoces mejor las cosas... yo quisiera que fuera él (o ella), pero reconozco que sólo Tú sabes lo que es mejor para mí.”
(Traducido de: Cum să ne întemeiem o familie ortodoxă: 250 de sfaturi înţelepte pentru soţ şi soţie de la sfinţi şi mari duhovnici, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, pp. 7-9)