Sobre el mal hábito que tienen muchas parejas, de reprocharse públicamente cosas
Habrás observado ese mál hábito que tienen algunas parejas, de reprocharse cosas, sin importar si hay otros frente a ellos. Todos hemos oído recriminaciones como: “Gracias por la invitación a cenar. Desde luego que es bienvenido un cambio de rutina, si tomamos en cuenta que la nuestra se limita a estar sólo frente al televisor” O “¿Que por qué no lo ha reparado aún? ¿Ehh... pero si él no es capaz de distinguir entre un martillo y un destornillador, ¿Cómo pedirle que se ponga a reparar cosas?”
Habrás observado ese mál hábito que tienen algunas parejas, de reprocharse cosas, sin importar si hay otros frente a ellos. Todos hemos oído recriminaciones como:
“—Gracias por la invitación a cenar. Desde luego que es bienvenido un cambio de rutina, si tomamos en cuenta que la nuestra se limita a estar sólo frente al televisor”
“—¿Que por qué no lo ha reparado aún? ¿Ehh... pero si él no es capaz de distinguir entre un martillo y un destornillador, ¿Cómo pedirle que se ponga a reparar cosas?”...
“—¿Jennie? ¡Pero si la pobre es capaz de extraviarse aún siendo escoltada por tres autopatrullas!”
“—¿Oíste eso, querido? ¡Andrés le compró un auto a su esposa! ¡Ese sí que es un hombre…!”
Tales alusiones, hechas en público, referentes a las debilidades o defectos del otro, no son más que una actitud de muy mal gusto. Los primeros en sentirse incómodos son los testigos de la escena, que no tienen nada qué ver con lo que se está diciendo. Además, expresiones de tal clase demuestran a los demás que los esposos son incapaces de resolver sus problemas en casa, y que lo único que les queda después de semejante intercambio de palabras, es un deseo de devolver el gesto a la primera ocasión que se presente. Debemos entender que algunos rasgos son comunes a todas las mujeres, sin excepción. Dios nos hizo un favor, creándolas así, pero esto sólo si somos capaces de entenderlas y actuar en consecuencia. El problema es que los reproches representan una forma de infidelidad y las mujeres, como también los hombres, son incapaces de aceptar ninguna forma de infidelidad.
Felizmente, el reverso es igualmente válido, de tal forma que ellas se enamorarán todavía más, en la medida en que seamos capaces de ganarnos su confianza. Dicho lo anterior, lo antes posible deberías verla a los ojos y prometerle solemnemente:
“No importa si es de día o de noche, no importa si el viento sopla ligeramente o hay tormenta, nunca te voy a reprochar nada en público. Ni siquiera frente a nuestros parientes, nuestros amigos o conocidos, tampoco frente a extraños. No lo haré estando tu presente, mucho menos en tu ausencia. No lo haré con alusiones, con bromas tontas o de cualquier otra forma. ¡No quiero sino serte completamente fiel!”
(Traducido de: Charlie W. Shedd, Scrisori către Filip – sfaturi unui tânăr căsătorit, Editura Bizantină, 2011, p. 86)