Sobre la lucha espiritual
El hombre debe esforzarse hoy, que la Gracia de Dios comenzará a obrar, sola, mañana. Entonces no será necesario desvivirse para tener pensamientos buenos: la Gracia radicada en nosotros los traerá a nuestra mente, sin que necesitemos afanarnos más.
Cuanto más rápidamente adquieras una virtud, más fácilmente la perderás. Al contrario, mientras más lentamente y con mayor esfuerzo la obtengas, más sólida será esta, algo así como aquella planta que creció muy alta y, ufana, le dijo al ciprés:
—¿Has visto cuánto he crecido en cuestión de días? Pero, tú... ¿cuántos años tienes aquí, sin apenas crecer un ápice?
—Es verdad, dijo el ciprés, pero tú aún no has enfrentado las tormentas, los torrenciales y los inviernos más helados.
A los pocos meses, la planta empezó a secarse, en tanto que el ciprés seguía erguido, robusto y verde. Lo mismo pasa con el hombre espiritual, quien, tanto en tiempos de tormenta como en tiempos de paz, sigue siendo el mismo. ¿Por qué? Porque ese devenir le ha provisto de estabilidad. Cuando recién empezaba a renunciar al mundo, su condición espiritual era inestable, pero, paulatinamente, la Gracia de Dios vino a obrar su salvación y liberación de las pasiones
Así pues, el hombre debe esforzarse hoy, que la Gracia de Dios comenzará a obrar, sola, mañana. Entonces no será necesario desvivirse para tener pensamientos buenos: la Gracia radicada en nosotros los traerá a nuestra mente, sin que necesitemos afanarnos más.
¡Y entonces empezaremos a conocer los misterios más grandes!
(Traducido de: Comori duhovnicești din Sfântul Munte Athos, Culese din scrisorile și omiliile Avvei Efrem, Editura Egumenița, p.162-163)