Sobre la mujer cristiana y el mundo de hoy
Renunciemos a todo orgullo y vanidad, acudiendo a Aquel que dijo: “Si me pedís algo en Mi nombre, Yo lo haré” (Juan 14, 14)
¿Quién, si no la madre, puede transmitirle a su hija (futura mujer y madre), la experiencia de la oración y la experiencia del amor desinteresado por sus hijos?
Los enemigos de la fe y de la Iglesia conocen bien estas cosas; por eso, odian a las mujeres creyentes y devotas. Ellos saben que la influencia de una mujer creyente, específicamente, de una madre piadosa, se proyecta sobre su esposo e hijos. Por tal razón, se afanan en apartarla del camino redentor de Cristo y en matar las almas y los corazones, por medio del veneno de pecado que emana de la inmensa oferta actual de libros, en una producción pornográfica sin parangón (al mismo tiempo que la literatura moral es menospreciada). En lo que respecta a los medios de información masiva, sólo hay una cosa que confirmar: los torrentes de violencia, de pecado y desenfreno, nosotros mismos los introducimos en nuestros hogares, por medio de distintos canales de lo que llamamos “maravillas de la tecnología” y los mass media.
¿Cómo apreciar los valores espirituales-morales? ¿Cómo purificar los aires, de esta pestilencia diabólica de desenfreno y embriaguez? ¿Cómo ayudar a nuestros hijos e hijas a conservar la pureza física y espiritual? El cristiano no conoce otro medio que invocar el auxilio de nuestro Bondadosísimo y Misericordioso Señor Jesucristo. “Sin Mí nada podéis hacer” (Juan 15, 5), nos dice Él desde las páginas del Santo Evangelio. Así, renunciemos a todo orgullo y vanidad, acudiendo a Aquel que dijo: “Si me pedís algo en Mi nombre, Yo lo haré” (Juan 14, 14).
(Traducido de: Cum să ne purtăm cu fiica adolescentă – Sfaturi pentru părinţi, traducere din limba rusă de Gheorghiţă Ciocioi, Editura de Suflet, Bucureşti, pp. 65-66)