Sobre la santificación de nuestra morada
Cuando se santifica (bendice) una casa, la Gracia de Dios rebosa sobre el lugar donde vivimos.
¿Qué necesitamos tener a mano cuando venga el sacerdote a santificar nuestra casa? Algunas candelas, incienso, un recipiente con agua limpia, aceite, un poco de albahaca... Pero, ante todo, nuestra devoción y nuestro fervor al orar. Cuando se santifica (bendice) una casa, la Gracia de Dios rebosa sobre el lugar donde vivimos. Desde luego, esa misma Gracia se aparta con los pecados de quienes habitan dicho lugar. Conscientes de que todos pecamos, pero también conscientes de la gran necesidad de la Gracia Divina en sus hogares, los cristianos santifican periódicamente su morada, del mismo modo en que, por la misma razón, se confiesan y comulgan periódicamente, santificando el hogar de su propia alma.
(Traducido de: Vasile Răducă – preotul paroh al bisericii Kretzulescu, Ghidul creștinului ortodox de azi, Editura Humanitas, p. 167)