Sobre la vigilia y cómo practicarla
Permanece en vela después de orar. Entonces verás las huestes de los demonios acechándote.
1) Algunos de los que se mantienen en presencia de los monarcas de este mundo, lo hacen desarmados, sin nada en las manos. Otros tienen bastones, otros escudos, otros espadas. ¡Qué gran diferencia hay entre los primeros y todos los demás! Porque esos, los primeros, suelen ser los parientes y conocidos del rey. Ahora, preguntémonos: ¿cómo nos presentamos ante nuestro Dios y Soberano, en los oficios litúrgicos, y en nuestras oraciones diarias? Algunos, ya desde los oficios de la noche, se presentan ante Él “desvestidos” de todo lo material, alzándole sus manos vacías de toda preocupación. Otros, después de entonarse los Salmos, se quedan orando. Otros perseveran en la lectura. Otros luchan, valientemente, con la debilidad y con el sueño, con su trabajo manual.
De todos estos, los primeros y los últimos perseveran más en el afán de toda la noche, que es agradable a Dios. Los segundos velan según las disposiciones monásticas, en tanto que los terceros se hallan en el último de los caminos. Pero Dios acepta y aprecia los dones que cada uno le presenta, de acuerdo a sus fuerzas e intenciones.
2) El ojo que vela purifica la mente, mientras que el sueño petrifica el alma. El monje que vela es enemigo del desenfreno, y el que duerme (mucho) es cónyuge de la disipación.
3) La vigilia extingue los impulsos (del cuerpo), nos libra de los sueños (impuros), propicia las lágrimas, conmueve la mente, aleja los malos pensamientos, disipa los apetitos, ablanda las pasiones, castiga la lengua y aparta las imaginaciones.
4) El monje que vela es un pescador de pensamientos, capaz de descubrirlos y atraparlos en la serenidad de la noche. El monje que ama a Dios, cuando suena la campana, llamando a orar, dice: “¡Bien!”; el monje ocioso se lamenta: “¡Ay de mí!”.
5) Es posible reconocer al glotón cuando se sirven los alimentos. De igual forma, el llamado a la oración ayuda a reconocer a quien ama a Dios. El primero se apresura en llegar a la mesa, en tanto que el segundo se entristece.
6) El sueño en desmesura provoca que se nos olviden las cosas. Al contrario, la vigilia purifica la memoria.
7) Los agricultores guardan sus riquezas en graneros y almacenes, en tanto que los monjes guardan sus riquezas al orar por la tarde y noche, y en el trabajo de la mente.
8) El sueño en exceso es un esposo perverso. Le quita la mitad de su vida al ocioso, si no es que más.
9) El principiante vela conversando, y cuando viene el momento de orar, siente que se le cierran los ojos. El monje ocioso gusta de hablar mucho, pero cuando llega el momento de leer, ya no es capaz de ver nada, debido al sueño. Cuando llegue el Día del Juicio, los muertos resucitarán; cuando empiezan las charlas largas, los que duermen se levantan. El sueño es un amigo perverso: muchas veces se va cuando acabamos de comer, y otras nos ataca cuando tenemos sed y hambre. Nos aconseja que empecemos a hacer alguna manualidad, justo cuando empezamos a orar. Porque de otra forma no podría desvanecer la oración del que vela. Es el primero que se inmiscuye en los principiantes, para dañarles. Esto, para volverlos negligentes desde el comienzo, o para que empujarlos al demonio del desenfreno. No dejemos de cantar con toda la comunidad, hasta que no nos libremos de él (el sueño). Porque, avergonzándonos ante los demás, no nos dejaremos vencer por sus artimañas.
10) El perro es el enemigo de las liebres, y el demonio de la vanagloria, el del sueño.
11) Cuando termina el día, el comerciante, y cuando termina de cantar, el monje, sentándose, hacen cuentas y conocen su ganancia.
12) Permanece en vela después de orar. Entonces verás las huestes de los demonios. Ya que acabas de combatirles, cuando termines de orar tratarán de de atacarte con figuraciones impropias. Siéntate y presta atención, que verás a esos que acechan la madurez del alma.
13) Es posible seguir repitiendo con tu mente, cuando duermes, las palabras de los Salmos, pero también es posible que los demonios también te tienten de esta forma, para empujarte al orgullo. Y hay algo más, que no hubiera querido decirte. Pero alguien me forzó a hacerlo. El alma que piensa sin cesar en las palabras del Señor, se acostumbra a sentirlas aún cuando duerme. Porque lo segundo es la recompensa de lo primero, para alejar cualquier espíritu impuro e imaginación.
(Traducido de: Filocalia IX, Editura Institutului Biblic și de misiune ortodoxă română, București, 1980, p. 249)