Palabras de espiritualidad

Sobre la visión de ángeles y demonios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¿Cuántos demonios hay en lo etéreo? Si Dios les permitiera mostrarnos su repugnante y terrible aspecto, seguramente perderíamos la razón”.

Hasta el momento en que fueron echados del Paraíso, Adán y Eva se hallaban en comunión con los ángeles de la luz. Pero, su caída nos privó de esa capacidad de ver a los ángeles; sin embargo, el mundo de los espíritus se ha abierto ante aquellos santos que han alcanzado el nivel más alto de perfección, a quienes el demonio nunca ha podido embaucar (San Antonio el Grande, San Macario el Grande, etc,). Así las cosas, para que los hombres puedan ver a los ángeles, deben transformarse a sí mismos. Con la extraordinara indulgencia de Dios, también algunos que llevaban una vida ordinaria y hasta viciosa, como el falso profeta Balaam, lograron ver a los ángeles. En lo que respecta a la regla general, los Santos Padres son unánimes en la opinión de que para un principiante sería muy peligroso y perjudicial ver demonios. He aquí la razón por la cual San Juan Crisóstomo, interpretando el Salmo 41, dice: “¿Cuántos demonios hay en lo etéreo? Si Dios les permitiera mostrarnos su repugnante y terrible aspecto, seguramente perderíamos la razón”. Nuestro cuerpo, que no es sino vulgar materia, nos sirve como una suerte de mampara salvadora, librándonos de la visión directa de los demonios, que llevaría a la locura a todos quienes pudieran verlos. Al mismo tiempo, debemos decir que los adivinos, los brujos y los magos, entrando conscientemente en contacto con el maligno, se quitan ese velo protector y ven directamente a los demonios. La práctica del yoga y otras religiones orientales, que tienen una intención claramente diabólica, igualmente te hace ver a los espíritus impuros. El padre Inocencio, arzobisbo de Jersón (Ucrania), nos da una muy buena respuesta a la pregunta: “¿Por qué hay muchos que no sienten la influencia de los demonios?”. Veamos su respuesta: “Para sentir sobre ti el contacto del espíritu de la oscuridad, tú mismo debes estar lleno de luz; el pecador, por su parte, ya se halla entre tinieblas. Cuando tienes un vestido blanco y limpio, hasta la más pequeña mancha se hace evidente, en tanto que sobre un vestido negro es difícil observar la más grande mancha oscura. En un alma luminosa e impoluta, un sólo pensamiento cualquiera, enviado por el demonio, inmediatamente produce pesar, congoja y dolor espiritual, mientras que, en el alma del pecador, oscurecida y sucia, su misma presencia (del demonio) es imperceptible. El espíritu del mal busca, a toda costa, hacerse lo menos perceptible posible, porque ¿qué podría ganar si se dejara ver? ¿Qué ganaría mostrándose directamente? Él sabe bien que esto llevaría a que los hombres huyeran de él. Y es que el demonio, dominando tiránicamente al pecador, busca cómo mantenerlo engañado con la ilusión de que todo lo hace él mismo y que es absolutamente libre en todo”.

(Traducido de: Părintele Rodion, Oameni și demoni, Editura Egumenița, p. 18)