Sobre las facultades y obligaciones del sacerdote
¡Un sacerdote es como otro Cristo en este mundo! ¡Libre! ¡Preparado para sacrificarse en cualquier momento!
“Quien quiera salvarse, que viaje preguntando”.
Que pregunte. Que pregunte, porque, sinceramente, hermanos, si el sacerdote celebra la Divina Liturgia como es debido, es decir, viviéndola con todo su ser, adquiere una libertad especial y “gana” muchas almas para Cristo. ¡Tal es nuestra gran misión, hermanos! ¡Dios nos hizo sacerdotes! Nosotros somos monjes, sí, pero, en mi caso, también suelo conversar mucho con sacerdotes casados.
¡Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para salvar al mundo! ¡Un sacerdote es como otro Cristo en este mundo! ¡Libre! ¡Preparado para sacrificarse en cualquier momento! ¡No necesito motivarme más y tampoco que alguien me lo pida! ¡Esta es la verdad! ¡Cristo nos concedió la potestad de absolver o dejar de hacerlo! ¡Listo! ¡El poder de Cristo! El hombre no puede absolver. ¡Por eso es que les digo que es sencillo servir como sacerdote con todo amor! ¿Tienes algún defecto, cometiste una falta? ¡Confiésate y prosigue tu camino!
Como les dije antes, ninguna desgracia significa que todo esté perdido por completo. No habrá nada perdido, en tanto la fe se mantenga en pie. La cabeza se levanta y el alma no renuncia. ¡No teman si han pecado! ¡Confiésense, pidan consejo y entren nuevamente en orden!
No me preocupa estar envejeciendo. Se los digo en serio. ¡Me alegra mucho haber llegado a esta edad! Hermanos, no hago nada para mí. ¡Todo lo hago para Dios, porque soy Suyo! Aunque podría seguir haciendo una gran cantidad de cosas, tengo todo lo que necesito. No me hace falta nada.
(Traducido de: Arhimandritul Arsenie Papacioc, Cuvânt despre bucuria duhovnicească, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003, pp. 42-43)