Palabras de espiritualidad

Sobre las tentaciones que tuvo que enfrentar nuestro Señor

  • Foto: Tudor Zaporojanu

    Foto: Tudor Zaporojanu

Translation and adaptation:

Si sentimos que aún hay algo terrenal a lo cual nos aferramos, es que el señor de este mundo nos tiene encadenados a sus dominios, ya que nuestro amor a Dios todavía no ha sido capaz de deshacer esa atadura.

El maligno tentó al Señor de tres maneras: con la debilidad del cuerpo, con la vanagloria y proponiéndole tentar a Dios Mismo. Esas tres tentaciones llevan oculto el señuelo del placer, o la aguja del pecado, de distintas formas. Todo esto, junto, conforma la primera fase de la lucha invisible, o, como dice San Máximo, la tentación por medio del placer. Si Jesús se hubiera rendido ante cualquiera de esas sugestiones, habría salido del amor del Padre y habría vulnerado el primer mandamiento de la ley, ese que debía predicar entre los hombres: el mandamiento del amor a Dios como Padre de todos los hombres. Todos esos ataques del maligno tenían como propósito hacer que el Señor infringiera el amor a Dios como Padre. Porque el enemigo sabe que el placer mundano, para quien lo busca, tiene la fuerza diabólica de apartar al hombre del amor a Dios y llevarlo a amar cualquier placer o cualquier otra cosa ajena a Él. En consecuencia, si sentimos que aún hay algo terrenal a lo cual nos aferramos, es que el señor de este mundo nos tiene encadenados a sus dominios, ya que nuestro amor a Dios todavía no ha sido capaz de deshacer esa atadura.

(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Cărarea Împărăției, Editura Episcopiei Ortodoxe Române, p. 29)