¡Solamente las lágrimas de arrepentimiento pueden limpiar el alma!
Dejemos que las lágrimas de arrepentimiento broten en abundancia. Ellas lavarán toda la ponzoña de este mundo tan lleno de vanidad, que ha ensuciado y contaminado a nuestra pobre alma.
El alma se purifica de la miseria del pecado por medio de la contrición. Antimo, un venerable anciano de Quíos, les recordaba esta gran verdad a las monjas de su monasterio, valiéndose de este ejemplo: “¿Qué hacen los que tienen la cara y las manos sucias? Abren un grifo para que empiece a correr el agua abundantemente, y se lavan. Hagamos nosotros lo mismo: abramos no una, sino dos llaves de agua: ¡nuestros ojos! Y dejemos que las lágrimas de arrepentimiento broten en abundancia. Ellas lavarán toda la ponzoña de este mundo tan lleno de vanidad, que ha ensuciado y contaminado a nuestra pobre alma. ¡Solamente las lágrimas de arrepentimiento pueden limpiar el alma!”.
(Traducido de: IPS Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos? Pledoarie pentru o viață morală curată, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2004, p. 59)