Sólo el agua viva puede aplacar la sed
Cuánto deseo que todos podamos gustar del agua viva del cristianismo y no volver a sentir sed jamás, dejando de necesitar el agua de las profundas fuentes, y recibir esta que es viva, para siempre, conociendo la verdad de Cristo.
Nos asustamos ante la perspectiva de los pecados que se cometen, ante la insistencia que los medios de comunicación, la escuela y la educación hacen de la afirmación que el pecado no existe, que todo está permitido... Pero no es más que una artimaña del maligno, que quiere convencernos de que no él existe. ¡Esta es su mayor trampa: todo lo que hay en nuestro mundo!
Nada puede apagar en el hombre el deseo de lo bueno, la sed de agua viva. Como aquella mujer que no quería volver a sentir sed y no tener que venir más al pozo. Así deseamos poder gustar del agua viva del cristianismo y no volver a sentir sed jamás, dejando de necesitar el agua de las profundas fuentes, y recibir esta que es viva, para siempre, conociendo la verdad de Cristo. Este pueblo está listo para ser cosechado. Dios sembró en él los granos de la fe y ya ha dado fruto, aunque la espiga no esté bien formada y pueda ofrecer tan sólo otros treinta o sesenta granos. Pero nuestro deber es orar por los segadores, para los que siegan con la hoz de la fe, los que recogen con amor y esperanza.
(Traducido de: Părintele Cheorghe Calciu, Cuvinte vii, ediţie îngrijită la Mănăstirea Diaconeşti, Editura Bonifaciu, 2009, p. 98)