Palabras de espiritualidad

Sólo lo que brota del corazón puede llegar al corazón

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

A partir de esto podrán entender mejor que mis versos retratan o el dolor o la alegría de mi corazón, pero no el dolor o la alegría ajenos.

Les suplico, con todo el corazón, que entiendan lo siguiente: todo lo escribo para reprender mis propias debilidades y espabilar en lo que necesito hacerlo. Al mismo tiempo, todo esto es una confesión —ante el Creador— de mis innumerables faltas, cuando no tengo a quién más confesárselas. Por eso, que nadie crea que escribo para amonestar a alguien más. Todo lo escribo para reprenderme a mí mismo, esperando que mi miserable alma obtenga algún fruto de ello.

Si la amonestación de mi propia conciencia encaja con alguien más, esto no significa que la haya escrito en contra suya. Si tiempo atrás mencioné algún nombre en mis textos, lo hice solamente en el problema que hubo en el Jordán y no por maldad, sino con profundo dolor porque aquel santo lugar está quedando en el abandono.

Me resulta imposible componer versos, si no siento profundamente en el corazón lo que estoy escribiendo. Las palabras de los versos salen de mi corazón como chispas que brotan de un trozo de pedernal, pero esto ocurre solamente cuando el pedernal de mi corrazón es golpeado por el eslabón del dolor o de la alegría, del remordimiento por los pecados o de la gratitud por la mistericordia de Dios. Lo que no siento no lo puedo cantar en versos, es decir que no puedo componer líneas que muevan los corazones de otros.

Cuando escribo algo más conmovedor, siento un dolor en el corazón, como si los versos fueran migajas arrancadas de mi interior compungido; por eso también muchas veces las palabras brotan acompañadas de lágrimas. Esta es la razón por la cual los verdaderos versos conmueven a los lectores casi del mismo modo en que fue conmovido el corazón de quien los ha escrito.

A partir de esto podrán entender mejor que mis versos retratan o el dolor o la alegría de mi corazón, pero no el dolor o la alegría ajenos. Yo, si no siento, no puedo escribir. Si mi mente no me reprende, no puedo escribir versos de amonestación.

(Traducido de: Sfântul Ioan Iacob de la Neamț - Hozevitul, „Pentru cei cu sufletul nevoiaș ca mine...”. Opere complete, Editura Doxologia, 2013)