¿Soy un verdadero practicante del amor al prójimo?
A pesar de que los siervos de Cristo aman a todos, ellos mismos no son amados por todos. Y es que los amigos de este mundo no aman a nadie de corazón. Pero los hombres espirituales guardan hasta el final el amor que viene de Dios.
El amor perfecto es ese que no distingue entre las personas, diciendo: “A este lo conozco, a aquel otro, no”. O: “Este me encomia, ese otro me maldice”. Si no que, sabiéndote un humano como todos los demás, amas a todos por igual, amigos o enemigos, buenos y malos, para poder ser perfecto ante Dios. Esto te hace soportar todas las maldades que otros cometen contigo, sin pensar jamás que son ellos quienes te hacen el mal, sino el demonio mismo, por tus pecados.
Por eso es que nuestro Señor Jesucristo, demostrando Su inmenso amor por nosotros, sufrió por todos los hombres, y a todos, sin excepción, les concedió la esperanza de la resurrección, aunque cada uno se hace digno de lo que le espera en la eternidad, sea la gloria o el castigo. Y, a pesar de que los siervos de Cristo aman a todos, ellos mismos no son amados por todos. Y es que los amigos de este mundo no aman a nadie de corazón. Pero los hombres espirituales guardan hasta el final el amor que viene de Dios. Luego, tenemos que esforzarnos en amar a todos nuestros semejantes con toda el alma, porque eso es lo que nos ordena el Señor. Y si no podemos cumplirlo, al menos no odiemos a nadie, para poder recibir el don de Cristo-Dios, a Quien se debe toda gloria, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
(Traducido de: Sfântul Mucenic Maxim în Proloagele vol. I, Editura Bunavestire, Bacău, p. 188)