Tan efímera es nuestra vida…
En esta vida todo es efímero: siglos y milenios son como una insignificante gota de agua ante la inmensidad del mar. Todo es como un sueño fugaz, que el hombre olvida inmediatamente después de despertarse.
¡La belleza de las flores no es eterna, tampoco nuestra vida! Recordemos aquellas palabras: “La duración de la vida del hombre, como mucho es de cien años; cual gota de agua del mar y grano de arena, así son sus pocos años en comparación de la eternidad” (Eclesiástico 18, 8-9).
¿Qué dice este texto de la Biblia? ¡Que una vida de cien años no es nada comparada con la eternidad, como una gota de agua ante el mar! Según nuestro punto de vista humano, cien años representa una gran longevidad, y nos admiramos cuando escuchamos que alguien ha logrado alcanzar semejante edad. ¡Pero es que, en realidad, un siglo de vida no es más que una ínfima gota de agua! ¿Y si alguien pudiera llegar a vivir mil años? ¡Sería exactamente lo mismo, tan insignificante como una pequeña gota de agua! ¿Por qué? Porque después de esta vida pasajera viene la Vida Eterna, una que no tiene fin. En esta vida todo es efímero: siglos y milenios son como una insignificante gota de agua ante la inmensidad del mar. Todo es como un sueño fugaz, que el hombre olvida inmediatamente después de despertarse.
Si pones en una balanza una gota de agua y un mar entero, ¿cuánto pesará la gota? Si comparas cien o mil años, con una eternidad que no tiene fin… ¿te seguirá pareciendo tan grande una centura? ¿Qué dijo el salmista? “Mil años a Tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche” (Salmos 89, 4). ¡Tan breve es nuestra vida! ¡Es como una bella flor, pero se nos olvida pensar que esa flor se marchitará en algún momento!
(Traducido de: Sfântul Dimitrie al Rostovului, Viața și omiliile, Editura Egumenița, Galați, p. 42)