Tenemos que purificar nuestro corazón para estar cerca de Dios
He orado por otros, ¡y muchas veces me he quedado desconcertado ante la pronta respuesta de Dios! ¿Quién soy yo, para que Dios atienda mis plegarias?
¡Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios!
Ustedes conocen bien estas palabras. Por eso es que visitan los monasterios, porque saben que ahí encontrarán mujeres y hombres puros, quienes tienen un vínculo más profundo con Dios, y pueden verlo a Él. Creo que alguna vez les hablé de lo que me contaron los monjes del Santo Monte sobre el padre Petronio, del Monasterio Prodromos: cuando el padre oraba durante la Divina Liturgia, sobre la Santa Mesa aparecían los pies ensangretados de nuestro Señor. Él podía ver a Dios, También nosotros, si mantenemos puro nuestro corazón, o si lo purificamos, podemos ver a Dios de una manera u otra. Dios puede hablarte por medio de alguna revelación —y con esto me refiero a las revelaciones auténticas, no a esas otras, que provienen del mismo demonio—, pero también con alguna inspiración interior o la comprensión profunda de algún misterio de la salvación.
Confieso que muchas veces he orado y, tal vez debido a mi falta de fe, Dios no ha cumplido con lo que le pedía, pero también muchas otras veces más, muchísimas, mis peticiones han sido atendidas. He orado por otros, ¡y muchas veces me he quedado desconcertado ante la pronta respuesta de Dios! ¿Quién soy yo, para que Dios atienda mis plegarias? Como dice el salmista, ¿qué es el hombre para tener semejante honor, para ser apenas un poco inferior a los ángeles? Pero no es por nuestras virtudes que Dios cumple con lo que le pedimos, sino por Su inmensa bondad y por la fe con la que oramos.
Si tienes un corazón puro y oras a Dios, Él atiende tu petición. ¡Y jamás pidas el mal para alguien! Los que quieren hacer el mal acuden a cosas como la hechicería o la brujería. En vano le pides a Dios que le haga daño a alguien, porque Dios es bueno antes que justo. Y, además, ¿cómo sabes si tu apreciación del otro es correcta y no algo puramente subjetivo? Muchas veces mantenemos ante nuestros ojos solamente nuestro propio interés, olvidándonos de lo que es justo.
(Traducido de: Părintele Cheorghe Calciu, Cuvinte vii, ediție îngrijită la Mănăstirea Diaconești, Editura Bonifaciu, 2009, pp. 175-176)