¡Toda la creación se regocija en la Madre del Señor!
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno” (Lucas 1, 42-43).
Mantengamos a la Madre del Señor en nuestra conciencia como una que, habiendo dado a luz a nuestro Señor Jesucristo, de ella se goza —porque es llena de gracia— toda criatura, es decir, todos los ángeles y los cristianos. Se gozan de la Madre del Señor porque esta es su cualidad, porque fue elegida por Dios Padre, porque llevó en su vientre a Dios Hijo, porque el Espíritu Santo descendió sobre ella, porque el ángel mensajero la saludó: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”, llamándola “bendita entre las mujeres”, porque Santa Isabel tuvo esa felicidad, gracias al don del Espíritu Santo, de conocer a su prima Maria como Madre del Señor: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?”; pero estas palabras salieron de su boca después de que su alma se llenara de alegría y de la fuerza del Espíritu Santo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno” (Lucas 1, 42-43).
Posteriormente, una mujer de entre la multitud habría de exclamar, como atestigua San Lucas, cuando nuestro Señor andaba entre ellos: “¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!”, y Él le respondió: “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan” (Lucas 11, 27-28). En estas palabras del ángel mensajero, repetidas por Santa Isabel y por aquella mujer del pueblo, exaltando a la Madre del Señor, se fundamenta el culto que nuestra Santa Iglesia rinde a la Virgen Maria.
(Traducido de: Arhim. Teofil Părăian, Maica Domnului – Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, 2003, pp. 85-86)