Palabras de espiritualidad

Todo esfuerzo espiritual debe ser guiado por la humildad y la esperanza

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Los que se esmeran mucho, con humildad y esperanza en Dios, se alegran inmensamente y es como si sus almas recibieran alas que las llevan a lo alto.

Para arrancar las escamas que se han ido acumulando sobre los ojos de nuestra alma y ayudarla a que vuelva a ver con claridad, es de gran utilidad juzgarse y condenarse a uno mismo. Eso sí, los que sean demasiado sensibles tendrán que ser muy cuidadosos con esto, porque el maligno intentará empujarlos a la desesperanza. Todo esto debe acompañrse siempre de una fuerte esperanza en Dios. Y si aún así la persona siente que ha perdido el sosiego, tendrá que entender que el maligno se está entrometiendo.

Cuando alguien sufre mucho por sus pecados o por saberse un desagradecido con Dios, pero confía mucho en Él, recibirá un gran consuelo divino. No debemos desesperarnos cuando, por mucho que nos esforcemos, no veamos ningún avance, sino un bloqueo permanente. Nosotros, como humanos, con nuestras limitadas fuerzas, no hacemos más que escribir “cero” tras “cero”, aunque algunos se afanen y trabajen más, y otros menos. Pero, viendo Cristo nuestro insignificante empeño, escribe al inicio la “unidad” adecuada para el esfuerzo que hacemos, y así nuestros “ceros” adquieren un valor, y nosotros sentimos que hemos avanzado algo. Por eso, insisto, no tenemos que caer en la desesperanza, sino confiar siempre en Dios. Debemos perder la esperanza únicamente en nuestro propio “yo” y trabajar, en la medida de nuestras posibilidades, en destruirlo por completo, antes de que él nos destruya a nosotros. Un caso especial es el de los que se afanan egoístamente con ayunos, vigilias, etc. Estos se extenúan sin obtener ningún provecho espiritual, porque es como si dispararan al aire y no contra los demonios. En vez de vencer las tentaciones, reciben muchas más, y luego es normal que su esfuerzo les resulte más pesado, sintiendo que se ahogan en la intranquilidad. Por el contrario, aquellos que se esmeran mucho, pero con humildad y esperanza en Dios, se alegran inmensamente y es como si sus almas recibieran alas que las llevan a lo alto.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul,  Epistole, Editura Evanghelismos, pp. 146-147)