Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece
Es suficiente con buscarlo verdaderamente en el Evangelio, en la Iglesia, en Sus divinos Misterios.
La revelación del misterio de los experimentos nucleares, después de la división del átomo, nos dio increíbles posibilidades de obtener grandes avances tecnológicos y científicos. Hay unas fuerzas terribles en el misterio del núcleo del átomo. Sin embargo, este sobrecogedor suceso es realmente insignificante ante la realidad del infintio actuar divino, que existe y mana de la Persona teándrica de Cristo, que es, continuamente, un Ser dinámico, apocalíptico, infinito. Él libera Sus fuerzas inefables e inagotables en todas direcciones. Para Él no hay nada imposible. Por medio de Su Palabra todo se hizo y todo puede renacer, porque eso es lo que anhela el mundo.
Se alegra especialmente en renacer, en transformarse y habitar en la existencia humana “según Su Imagen”, a quien Él mismo creó, con el objetivo de alcanzar “Su Semejanza”. Pero nos perdimos, engañados por las fuerzas malignas, y ahora es tiempo de correr a la verdad divina, a la fuerza de Cristo. Y es cierto que clamaremos junto al “vaso elegido”, el Divino Pablo, y con decenas de miles de fieles: “¡Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece!”, porque Cristo es Dios.
Hoy no nos faltan las artes y las ciencias, pero nos falta Cristo en nuestra vida. Nos hemos quedado sin Cristo, sin pastor. Pero, si lo buscamos, Él esta listo para venir a vivir con nosotros, a renacer nuestra existencia completa. Es suficiente con buscarlo verdaderamente en el Evangelio, en la Iglesia, en Sus divinos Misterios. No abstracta, platónica o ideológicamente, sino en verdad. Desde luego, esto requiere de pureza interior, esfuerzo, oración, estudio y de poner en práctica Su palabra. Cristo y Su Evangelio no son una explicación cualquiera sobre la vida, sino la vida misma.
Deseo con toda el alma que todos podamos vivir en Su Gracia, lo más profundo posible, en Cristo y Su Evangelio. Cristo nu muere nunca. Mientras más nos acercamos a Él, más lo experimentamos.
(Traducido de: Arhimandritul Timotei Kilifis, Hristos, Mântuitorul nostru, Editura Egumeniţa, 2007, pp. 142-143)